Silvia Chávez Manilla
Civismo:
Comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública. https://dle.rae.es/civismo?m=form
Lo leo, se me vienen a la mente tantos lugares y momentos donde el civismo ha desaparecido, o es casi nulo, en la Ciudad de México. Quiero pensar que en los estados alejados de ella todavía se observan ciertas conductas que confirman su práctica; por lo poco que he observado, hay vestigios, pero habrá que escuchar otras experiencias.
En tanto, la frase insignia de la CdMx que ha venido empujando hasta ganar un amplio terreno —así como el cartel inmobiliario en la Benito Juárez-, es: “Yo soy el chingón, los demás son pend…”. Lo espinoso del asunto es que eso no lo piensa uno de los 9,209,944 habitantes —más los de la zona conurbada que están de entrada por salida-, sino por ahí del 80% de todos ellos. Lo digo en son de broma porque a ciencia cierta no lo sé, pero parece que sí.
La mentalidad es que le tengo que ganar al otro, yo merezco más que el otro, yo primero, yo, yo, yo. Estamos tan abrumados que el otro deja de existir, no nos importa, mientras yo esté bien, el otro puede irse por donde vino. Se nos escapa el hecho de que tarde o temprano llegaremos a estar en su lugar.
Por ejemplo, las chicas que se sientan en el lugar reservado para gente mayor, embarazada, con discapacidades, no se levantan cuando ven a alguien con dichas características, es más, se duermen sin importarles que ese lugar no es para ellas. Como son jóvenes (algunas no tanto) creen que no alcanzarán esos estados. Es más, no nos vayamos tan lejos, ni si quiera piensan en su mamá, o abuelita; no imaginan que esas mujeres puden ser aquellas. Cero empatía.
A veces, o casi siempre, el cansancio no nos permite dar paso a la reflexión; conlleva estrés, prisa, presión, exceso de lucha. Alguien que “vive” así, difícilmente puede pensar en la otra persona. Lo señala Maslow en su pirámide, de las primeras necesidades que debemos tener resueltas son las fisiológicas, entre ellas, el descanso, es evidente que la gente que diariamente ocupa el colectivo no lo tiene. Desde ahí, tampoco les podemos reclamar mucho.
Por otro lado están los automovilistas, estos se pelean por los espacios entre autos, por no permitir que el “abusivo se les meta”, aquí se trata de avanzar más rápido y llegar antes que todos al destino, de escapar lo antes posible del tumulto. Nunca falta el que se cree corredor de carreras y toma las avenidas como pista, quiere dejar atrás a los lentos. Claro, sin dejar de lado a quienes no utilizan las direccionales; punto más para la arrogancia y confirmar que el otro no merece ser tomando en cuenta.
Qué me dices de la gente que deja la basura en la calle. Mi teoría es que como están en lo suyo, no se dan cuenta; van caminando, o están sentadas, se les cae y como están pensando en todo y en nada, se siguen de largo. La gente no pone atención, vive en todos los verbos conjugados, excepto en el presente. Están en el pasado o en el futurto, pero no en el aquí y ahora, por tanto vivimos perdidos en el tiempo. Eso también fastidia. Quizá nos falta arraigo.
El civismo es la base que nos ayuda a considerar a quien no soy yo. Nos indica cómo convivir con nuestro próximo, el respeto es básico ¿Cómo y cuándo lo perdimos? El vecino no nos importa, en muchos lados se ha dejado de hacer comunidad. Otras frases que pueden estar permeando en los habitantes de ciudades con mucha densidad poblacional son: “Quítate, no me estorbes” y/o “Yo puedo hacer lo que quiera”.
Suena peligroso. Entre la falta de civismo y el exceso de población, estamos en un torbellino. Guardar la calma ante el constante contacto con gente que está en un estado de sobrevivencia está siendo bastante complicado, salir a la calle es estar a la defensiva, o un total ejecicio de paciencia. Hoy estamos viviendo las consecuencias de la educación precaria que desde hace años (más de 50), se implemento con el fin de controlar a través de la ignorancia. Las acciones se revierten y tarde o temprano nos alcanzan por donde menos lo imaginamos.
No tengo la menor idea de cómo salir de este maremoto, pareciera que varias generaciones estamos echadas a perder. Cómo vamos a deterner este tren desbocado, cómo cambiar las consciencias de tanta gente, cómo dejar de pelear por un lugar, un espacio. Lo que sí sé es que nos tenemos que unir, sino no vamos salir, nos vamos a hundir todos —me estoy acordando de Mad Max-. La cuestión es que también creemos que somos los únicos que tenemos la razón.
Creo que cada que escribo un párrafo incrementa la lista de peros. Diría el Buki mayor, Marco Antonio Solis: ¿A dónde vamos a parar?
Licenciada en periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, posgrado en psicoterapia Gestalt Relacional por el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt y formación en Grupos Terapéuticos por el Círculo de Estudios en Terapia Existencial.
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