Alimento para pensar

 

 

 Orlando Plá

La mayor parte de los gobiernos en México, de manera consciente o negligente, han contribuido al deterioro de la cultura y los valores de sociedad.

 

Aunque el ejemplo reciente del “apoyo para el huracán Otis” es una muestra clara de cómo el gobierno evita una recuperación real, para convertirla en una prolongación de la miseria. No se trata de un evento aislado.

 

A lo largo de todo el país es posible observar cómo la miseria y el hambre son más un derivado de la ignorancia que de la falta de recursos.

 

En una revisión simple podemos percatarnos de que una bolsa de “Doritos” de 650g cuesta al menos 100 pesos, mientras que un Kg de charales cuesta los mismos 100 pesos. Los Doritos son buenos promotores de la diabetes, hipertensión y obesidad, enfermedades que consumen más de la tercera parte del presupuesto de salud, en tanto que los charales son ricos en calcio, potasio, fósforo, sodio, hierro, magnesio, yodo, niacina y vitaminas C, E, B y A. además de proteínas y un gran contenido de omega 3, que contribuyen a potenciar las capacidades físicas y mentales.

 

Claro, para consumir los Doritos basta con abrir la bolsa y los charales hay que freírlos. El ser humano tiende a minimizar el gasto de energía y evadir todas las actividades que generan un consumo de energía, entre las cuales se encuentra la actividad de pensar.

 

Esta comparación, que puede extenderse a otros muchos productos, parece irrelevante; pero un análisis económico superficial puede ilustrar las consecuencias.

 

Alimentarse con Doritos limita las capacidades físicas y mentales, generando una propensión a enfermedades de todo tipo. Esto tiene una repercusión directa en la productividad y rendimiento del individuo, y además incrementa el gasto social en la atención de enfermedades que se derivan de la mala alimentación y de la vulnerabilidad de un sistema inmunológico con pocas capacidades.

 

Adicionalmente, el consumo de alimentos ultraprocesados en los cuales no se invierte ningún trabajo adicional, acostumbra al individuo a depender de lo que está hecho, en detrimento de lo que requiere algún pequeño esfuerzo para hacer. Continuando con el ejemplo, los charales tienen 74.8% de proteínas y 3.9% de grasas, siendo el resto un conjunto de vitaminas y minerales de gran beneficio para el organismo. En tanto, los doritos tienen 62% de carbohidratos, 26% de grasas, 5% de fibras y 2% de azúcares, carecen de nutrientes para una dieta saludable y afectan la flora intestinal provocando vulnerabilidad a la colitis.

Este es sólo uno de los múltiples ejemplos que pudieran citarse en el tema de la alimentación, donde es posible encontrar que en México se paga más por un refresco que por la misma cantidad de jugo natural o leche.

 

Nos encontramos ante la paradoja de un país con enormes riquezas naturales, cuyos pobladores se hacen adictos a productos que merman sus capacidades físicas y mentales, en un círculo vicioso en el que hacen cada vez menos y con ello se vuelven cada vez más dependientes.

 

Y es que ningún pueblo crece por aceptar limosnas. Los pueblos crecen con el esfuerzo de construir su entorno, avanzando con logros que modelan el sentido y orgullo de pertenencia.

 

Todo lo que realmente tiene valor requiere esfuerzo, disciplina y constancia, y los gobiernos pueden contribuir a fortalecer estos valores en la población, o a debilitarlos, ofreciendo sueños imposibles para mermar la voluntad e impedir que cada uno luche por sus sueños.

 

Hoy nos encontramos poco más de 120 millones de mexicanos en un territorio de 2 millones de km2 enfrentando la disyuntiva de decidir a dónde vamos, o aceptar que nos lleven. 

 

Si lográramos mirarnos a los ojos, y recorrer con la vista lo que nos rodea, sería fácil percibir que es una proporción pequeña, compuesta por políticos y/o delincuentes, la que pretende apropiarse del trabajo del resto, y tratan de convencernos de que los necesitamos. La realidad es que, si pudiéramos aislarlos en alguna parte del territorio, se extinguirían, porque ninguno es capaz de crear algo útil, y mantienen el control mediante cuentos que muchos han aceptado creer, precisamente, en parte,  por las debilidades que provocan las deficiencias alimentarias.

 

Los estudios demuestran que es más fácil domesticar a un animal habituado al consumo de pienso, que a uno que caza para comer; y este concepto observado en la alimentación, si lo llevamos a la cultura, nos enseña que para mantener la libertad debemos hacer el esfuerzo de pensar y decidir, frente a la facilidad de asimilar las ideas pensadas por otro.

 

El individuo que elude la responsabilidad de tomar sus propias decisiones acepta que otro sea quien decida su vida (y la de sus descendientes), y se subordina a los intereses de quien decide, que rara vez coincidirán con los suyos.

 

 

Sobre Orlando Plá 22 artículos
Empresario y maestro en economía por El Colegio de México. Funcionario en Hacienda, Asesor del Centro Interamericano de Administraciones Tributarias. Profesor de FLACSO, ITESM y otros.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*