Gerardo Fernández Casanova
No sé si es el ánimo propio del nuevo año o mi deseo de estar equivocado en lo que atañe al llamado Proyecto 18 y que he criticado con cierta acidez, pero lo cierto es que he recuperado el entusiasmo en torno al planteamiento alternativo que constituye el discurso lopezobradorista. Me he dado a la tarea de seguir a pie juntillas las palabras de López Obrador en todas sus presentaciones públicas, en todos los rincones del país, y me encuentro con que sigue siendo plenamente congruente con su historia y que, en cambio, omite hablar del referido proyecto. Otorgando el beneficio de la duda, asumo que se trata de una concesión pragmática de López Obrador para intentar reducir el asqueroso golpeteo al que se ha visto sometido durante casi 20 años, por el que le endilgan todos los horrores y errores que en el mundo existan, comenzando por aquel “¿Quieres un Chávez para México?” después de haber armado una brutal campaña para satanizar al extinto presidente de Venezuela. Todo ello para crear la alarma entre los empresarios y la clase media y mantenerlos dentro del redil prianista.
Dicho lo anterior, no tengo empacho alguno para decir que, salvo honrosas excepciones, el Proyecto 18 no es más que un documento elaborado por empresarios o gerentes que toma, con apego literal, las propuestas de AMLO pero que resulta contradictorio a la hora de desarrollar su contenido. Menos afortunado resulta dicho proyecto al dar cuenta de sus grandes omisiones, algunas de ellas ya comentadas en anteriores artículos.
Hoy voy a enfilarme sobre el tema laboral, cuya factura muestra los timbres de la Confederación Patronal. El capítulo incluye ocho programas: formación profesional y capacitación para el trabajo; certificación de competencias y habilidades; inspección del trabajo para cumplir normas; nueva instancia para la negociación colectiva; plataforma digital para la intermediación en materia de empleo; recuperación del salario mínimo, e inserción de migrantes repatriados. Nada que se enfoque a la recuperación y el fortalecimiento del sindicalismo democrático. Nada en relación con la nefasta legislación reformada vigente. Nada que atente contra el charrismo sindical y los contratos de protección. Nada que tenga que ver con el azote del desempleo y las fórmulas de atenuación de sus efectos. Entre otras omisiones.
Bien por el tema de recuperación del salario mínimo a ritmo de 15.6% anual, pero mal por no indexarlo a la inflación y al objetivo de recuperar la capacidad de satisfacer las demandas mínimas de los hogares proletarios. Es indispensable romper el esquema de concentración de la riqueza en pocas manos e incrementar el valor del factor trabajo en la ecuación. Debo reconocer que en el capítulo de la Economía formula una acertada propuesta de fortalecimiento del cooperativismo como respuesta a tal fenómeno, pero debiese tener su correlato en el capítulo laboral.
Para una economía y una sociedad democráticas, el sindicalismo es un ingrediente indispensable que ha sido criminalmente desdibujado por las políticas neoliberales, al grado de considerarse especie en extinción. En todo el documento la palabra sindicato sólo aparece en el combate a la corrupción, como que dando por sentado que su liga es obvia e indisoluble; incluso cae en el error de exigir pública rendición de cuentas a las dirigencias sindicales como si fueran organismos gubernamentales; tal rendición es derecho exclusivo de los trabajadores miembros del sindicato.
Los defectos acusados por el sindicalismo mexicano no son inherentes a la indispensable asociación de los trabajadores para romper la asimetría de poder entre el patrón y el trabajador individual. Ha sido el sistema corrupto y corruptor el responsable de la operación de la mayoría de los sindicatos como elementos de control político y económico, siempre al servicio de los patrones y del propio gobierno. Contra ello es que el verdadero cambio tiene que actuar; contra funcionarios como el de nuevo priísta Javier Lozano, que no tuvo empacho en pretender intervenir ilegalmente en, por ejemplo, el Sindicato Minero incluyendo el acoso seudo legal de su dirigente, Napoleón Gómez Urrutia.
Por cierto que, desde hace tiempo y ahora también, López Obrador se ha manifestado en el sentido de respetar la autonomía sindical y proveer a su depuración democrática. Por ahí sí caminamos.
gerdez777@gmail.com
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