José Luis Urióstegui Salgado
Cuernavaca, Morelos, febrero 21 de 2016.
Lo más sencillo cuando nos incriminan de algo es negar o echarle la culpa a otros, eso lo veo muy frecuentemente en mi desempeño profesional como abogado. Cada vez que una persona es acusada de haber cometido un hecho delictivo o que de alguna forma causó daños a otro y tiene alguna responsabilidad, lo primero que hace es negar, luego justificar, finalmente, con un poco de consciencia, acepta haber realizado ciertas acciones que sin ser intencionales arrojaron el resultado. En política las cosas no son diferentes. Todos conocemos la máxima de inicio de cada administración: cuando las cosas inician mal hay que echarle la culpa a los anteriores, pero cuando el tiempo avanza y transcurren tres años, lo que no se ha logrado en ese lapso ya no es responsabilidad de los que se fueron, sino de la incapacidad de los que llegaron. El cuento de los tres sobres que el presidente saliente entrega al entrante para que los abra en orden cuando enfrente situaciones difíciles a lo largo de todo su mandato es tomado como una realidad, el primero se abre en la crisis inicial y dice que hay que echarle la culpa al anterior, el segundo se abre en la siguiente crisis y sugiere hacer cambios en el gabinete, el tercero pide que se preparen los tres sobres. Algunos gobernantes agotan los primeros dos sobres durante el primer año de su gestión, pero se quedan en el discurso del primero y no hacen cambios en el gabinete a pesar de lo pésimo de su desempeño.
En Morelos, Graco Ramírez no ha dejado de echar la culpa a los anteriores, ha realizado algunos cambios en su gabinete pero no los suficientes ni los necesarios y está a punto de entregar sus tres sobres, este año o el siguiente, aunque él afirma que terminará su período. Tengo claro que no terminará su administración por qué no ha hecho nada destacado como para superar la crisis en que tiene sumido al estado. Cuando vino a radicar a nuestra entidad él sabía que para llegar al cargo tenía que golpear al gobernante en turno y se prestó para satisfacer intereses de otros para consolidar los suyos; transcurrieron casi veinte años para que asumiera el cargo tan anhelado y prometió cambiar las cosas. No dudo que su discurso fuera sincero en ese momento de emoción parado en el pódium del Congreso Local, cuando ofreció seguridad, empleo, educación, obras, recibir la crítica y escuchar las inconformidades para hacer los cambios en su actuación. No más marchas fue una afirmación que encerraba su más íntimo deseo de que su gobierno lograra tal democracia y resultados que creyó que su fe era suficiente para lograrlo. La primera promesa, lograr seguridad en dieciocho meses, fue incumplida y aún sigue sin poder establecer un sistema o estrategia que asegure que Morelos ya no aparezca en los primeros lugares de los delitos de mayor impacto social; la segunda, construir la autopista de cuatro carriles de La Pera a Tepoztlán, sigue pendiente debido a la falta de comunicación con la población; la instalación de la termoeléctrica en Huexca, que no se ha podido lograr debido a la falta de comunicación con la población es otro ejemplo de incumplimiento en la construcción de obras indispensables para el desarrollo de la entidad, lo más delicado es que no existe comunicación entre gobierno y sociedad para llegar a un entendimiento mutuo y a asumir compromisos en beneficio de la comunidad.
Varias marchas se han realizado para pedir resultados y otras para pedir la salida de Graco, ninguna le ha hecho cambiar su manera de pensar, al contrario, le ha llevado a radicalizar su postura, a elevar su soberbia y a gritar como en su momento lo hizo Carrillo Olea: no me voy a ir y lo repitió varias veces hasta que no le quedó más que irse.
Graco todavía tiene tiempo para cambiar las cosas, hay gente valiosa en el estado que con un poco de insistencia podría participar en su gobierno, la gente podría darle un plazo para cambiar su forma de actuar y tratar los asuntos públicos, lo malo es que el único que no está dispuesto a reconocer que se ha equivocado y asumir las consecuencias de sus actos es él mismo, insiste en mantener una posición a todas luces equivocada porque cree que el único que tiene la razón es él. Es como el conductor que circula en sentido contrario y piensa que todos los que van en su contra son los equivocados.
Asumir responsabilidades y actuar en consecuencia puede brindarnos otra oportunidad cuando nos equivocamos. Todavía quedan a este gobierno más de treinta meses para enmendar sus errores, si es que quiere; caso contrario, sería un buen plazo para preparar las condiciones de su salida.
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