Gerardo Fernández Casanova
La pandemia del coronavirus ha sido el catalizador del choque irremisible de poderes y del parto del otro mundo posible que, a su vez, implica la violenta agonía del viejo mundo caduco. Ofrezco de antemano una disculpa por lo que voy a decir: bendita pandemia que está logrando lo que obligadamente sería una desastrosa guerra mundial; se está registrando un verdadero reacomodo de las hegemonías mundiales y también de las nacionales, producido por los efectos de la pandemia.
En el mundo sucede que China emerge de la crisis sanitaria con éxito porque, habiendo sido el original y primer afectado de la pandemia, tuvo la capacidad técnica y política para controlarla con impresionante rapidez y emerger de ella sin los daños registrados por el “mundo occidental” cuyas economías se han visto severamente castigadas por el fenómeno, con remotas posibilidades de recuperación. Así se manifiesta el ocaso político de las democracias al servicio del capital y la emergencia de otra democracia de capitalismo de estado al servicio del bienestar. También significa el final del colonialismo imperial que se abrogó la tutoría del mundo como un destino manifiesto dictado por dios y el parto de una multipolaridad mundial más saludable para la libertad y la soberanía de los estados para procurar el bienestar de sus pueblos.
Latinoamérica ha conseguido mejores condiciones del expansionismo chino en los últimos 20 años que en 200 de dependencia del imperio yanqui. Los chinos buscan hacer negocios sin imponer formas políticas ni dependencias ruinosas como las impuestas por los gringos. En esto juega la importancia de una sabiduría milenaria respecto de una cultura desechable.
Lo sobresaliente del caso es que hoy los cañones están guardados, no obstante la belicosidad de Trump, sabe que su capacidad bélica está tocada de fondo, con sus portaaviones infestados de coronavirus al igual que sus fuerzas de tierra y aire; no se diga de toda su población que registra el mayor efecto letal de la pandemia. Más sobresaliente aún es el hecho de que tal circunstancia obedece al pésimo manejo de la pandemia y el fracaso del concepto mercantil de la salud, con especial culpabilidad en la figura presidencial que menospreció la gravedad del siniestro. Trump pagará la factura el 3 de noviembre pero el régimen yanqui lo hará de por vida.
No es poco lo que tendremos que agradecer y elogiar a la estulticia del blondo troglodita: su estupidez contribuye enormemente a nuestra emancipación. Ignorante del incendio en la propia casa se atreve a intensificar su guerra contra Venezuela y contra la libertad en Nuestra América, reforzando su apoyo a gobiernos antipopulares en Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Bolivia. Es hora del repliegue de esos sus afanes imperiales.
México no es ajeno a lo que sucede en el mundo y hace mérito a su postulado de que la mejor política exterior es una mejor política interior. Tampoco es ajeno a los conflictos de poder del mundo. Aquí la confrontación se manifiesta en la decisión política de restablecer el poder del estado para diseñar y ejecutar su papel rector de la economía y, en general, del funcionamiento de la sociedad, contra los poderes fácticos que pretenden convertir la mayoría electoral en un simple hecho accidental. A los que se montaron sobre los intereses nacionales para imponer los particulares no les es fácil aceptar que esas elecciones del 18 significaron una rebelión de la mayoría para un verdadero cambio.
Como en el mundo, también en México la pandemia ha jugado un papel principal: ha sido el motivo de la confrontación entre los intereses de las organizaciones defensoras de los privilegios particulares y el estado procurador del bienestar de la mayoría desposeída. El Presidente López Obrador resiste la tormenta sin flaquear en el timón y sin perder el buen humor. Desde luego que no comparte la idea dizque democrática de tener que obsequiar a las presiones para que modifique su postura y sus decisiones de gobierno, mucho menos cuando ello implicaría desconocer el mandato popular de la elección. El diablo está suelto pero el viejo sabe más y goza de una fortaleza que sólo el pueblo puede dar. Virtud y fortuna, dijo Maquiavelo, y hay mucha virtud para sortear las vicisitudes de la pandemia y de la caída de los precios del petróleo. Todo está en perseverar y aguantar las presiones. Hay certeza en la dirección y el gobierno, esa es nuestra fortuna.
gerdez777@gmail.com
Dejar una contestacion