El pasado 8 de septiembre, conmemoramos una vez más el día internacional del periodista. Y, sin pretender hacer de esto una clase de historia ni mucho menos, quiero recordar que esa fecha fue instituida por la Organización Internacional de Periodistas, en honor de Julius Fucik, periodista y revolucionario de origen checoslovaco, que fue torturado y asesinado brutalmente por el Estado nazi, ese día, del año 1943.
Fucik pertenecía, en la clandestinidad, al Comité Central del Partido Comunista, del cual era responsable de las publicaciones. Fue detenido por la Gestapo en abril de 1942, para después, al siguiente año, en Berlín, ser ejecutado. Su (ahora podemos decir famoso) Reportaje al pie de la horca, fue publicado por primera vez en 1945, y fue sacado de la cárcel, en donde lo escribió, hoja por hoja. Posteriormente, al adquirir resonancia internacional, ha sido traducido a unos 80 idiomas en todo el mundo.
Reportaje al pie de la horca, es el testimonio de un héroe, periodista/comunista, que vale muchísimo la pena leer. Por este texto, Fucik fue galardonado, obviamente de manera póstuma, en 1950, con el Premio Internacional de la Paz. Es justo, me parece, que si algunos echamos campanas al viento por el día internacional del periodista, al menos tengamos conciencia de cuál es el origen, literalmente cruento, de dicha conmemoración.
Pero bueno, arriba escribí que esto no pretende dar cuenta (como tal) de cuestiones netamente históricas. Y sin embargo, por las tardes, en las redacciones de prensa, corre una frase entre los periodistas que dice: “nada más viejo que la nota de la mañana”; lo cual literalmente quiere decir que eso (lo que por la mañana fue noticia) ya es historia, aunque claro que a muchas notas hay que darles seguimiento, y por ende se renuevan como noticia frecuentemente. En fin, el caso es que precisamente, hay noticias que me parece no deben pasar de largo sin pena ni gloria, ni mucho menos quedar olvidadas en los anales de la historia. Y es que, hablando de todo lo anterior, hay que decir que cuando se calla a un periodista por su labor, se calla la voz de muchos, la voz de un pueblo, pues éste, al carecer de la información que aquel le proporciona, se vuelve presa fácil para los lobos que ostentan el poder. (Ahora pueden acusarme de tener conflicto de intereses si gustan).
El periodismo en México tiene una larga historia (otra vez, ustedes disculparán) de censura y autocensura a medios en general, y a periodistas en particular. Quizá el caso más emblemático sea el de aquel 8 de julio del 76 en que se “asesinó al periódico de la vida nacional (Excélsior)”, que dicen, ha sido “el más duro golpe de la historia del periodismo nacional”. Golpe que fue orquestado desde el poder, por el entonces presidente de la república, Luis Echeverría. En aquel momento, un grupo de periodistas críticos “incomodaron” al mandatario, y éste, simplemente movió sus piezas en el ajedrez político para que al final, Julio Scherer García y sus compañeros acabaran literalmente en la calle, fuera de las oficinas de Reforma #18. Hay que recordar que de aquel grupo de periodistas dirigidos por Scherer, nació el semanario Proceso, con plumas tan importantes como la de Miguel Ángel Granados Chapa, por ejemplo. Y la de muchos otros Scheristas como Vicente Leñero, quien por cierto, da cuenta del golpe contra Excélsior en su novela titulada sencillamente: Los periodistas. También de ahí salieron personas como Carlos Marín, que en aquel entonces era un scherista devoto, “reportero radical”, y bueno, pues ahora es lo que es.
México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, durante el periodo 2009-2012 (para irnos acercando un poco más a la época actual) se registraron 571 agresiones a comunicadores. En la última década han sido asesinados más de 80 periodistas y al menos 17 han sido desaparecidos. Los ataques vienen en su mayoría por parte del crimen organizado, pero también en algunas ocasiones por autoridades de cualquiera de los tres niveles de gobierno. Distintos medios de comunicación han sido blanco de atentados armados o de amenazas, hechos que provocan en muchos casos una autocensura, pues algunos medios prefieren obviar el tema del narcotráfico, por ejemplo, por miedo a las represalias que hablar de tal tema pueda traer consigo. La autocensura es una de las cosas que más afecta la libertad de expresión en el país y un claro indicador del nivel en que se encuentra el termómetro de violencia nacional.
El miedo a informar es una constante entre muchos periodistas, y cómo no, si algunos han tenido que exiliarse de su lugar de origen por temor a ser víctimas de algún atentado. El pasado 24 de agosto, la periodista y administradora general de la Casa de los Derechos de Periodistas, Sara Lovera López, informó durante una conferencia magistral dictada en el estado de Guerrero, que en lo que va del 2014 se han registrado al menos 476 agresiones a periodistas, de los cuales 70 han sido contra mujeres, y destacó que Veracruz, Tamaulipas y la ciudad de México, son los lugares que mayor incidencia tienen en ataques hacia comunicadores.
En el estado de Guanajuato, el pasado 4 de septiembre fue atacada Karla Janeth Silva Guerrero, periodista de El Heraldo de León. El mensaje fue claro: “Bájale de huevos a tus notas”, le dijeron mientras la golpeaban dentro de las oficinas del periódico. Ya la Procuraduría General de Justicia del Estado, ha identificado a los supuestos responsables, es decir, al director de seguridad pública del municipio de Silao, Nicasio Aguirre Guerrero (autor intelectual), y a los tres golpeadores que supuestamente actuaron bajo sus órdenes. El terrible pecado de Silva Guerrero ha sido informar sobre “la carencia de servicios municipales, la inseguridad, la falta de transparencia y el derroche de recursos del municipio”. Peor aún, no se dejo “maicear” por la gente del presidente municipal, Enrique Benjamín Solís Arzola, quien de antemano se sabía estaba “ofendido” por el trabajo de la reportera. La información es poder, reza una frase popular, e informar a un pueblo, que a unos pocos conviene mantener desinformado, es algo que invariablemente causará malestar a esos cuantos que están instalados cómodamente en el poder, y que evidentemente no tienen intenciones de dejarlo.
Los casos de periodistas que son perseguidos, amenazados, censurados, golpeados, secuestrados, asesinados… en México (y en todo el mundo) son muchísimos. Estoy hablando de PERIODISTAS en serio, no de esos farsantes merolicos que repiten lo que alguien les dice que deben decir, mientras les entrega unos cuantos pesos (aquello que en la jerga periodística se conoce como “chayote” pues, o como “payola” en el caso del soborno al medio en general), no, de esos que lamentablemente abundan no. Espero no herir susceptibilidades. Hablo de PERIODITAS, así, con mayúsculas, esos seres de a pie, con convicción, que saben que su trabajo es informar, y eso hacen; arriesgando en muchas ocasiones incluso su propia vida, y que nunca se detienen a hacer panegíricos sobre pedido.
En fin, “los seres humanos hacen su propia historia, aunque bajo circunstancias influidas por el pasado”, diría el Dr. Karl Marx. E innegablemente es necesario conocer el pasado para entender nuestro presente y poder trabajar en la construcción de un mejor futuro. Al final del día, mantenernos informados, quizá no sólo debería ser un derecho, sino también una obligación, pues como diría el libertador Simón Bolívar: “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”. El miedo es posiblemente el primer obstáculo a vencer, tanto para informar, como para informarse.
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