
J. Rigoberto Lorence
En una reunión realizada en la ciudad de Copenhague, capital de Dinamarca, en agosto de 1910, la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, bajo el liderazgo de Clara Zetkin, de la socialdemocracia alemana, declaró esa fecha como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, con el objetivo de impulsar la lucha por la igualdad política y social de las mujeres en todo el mundo.
Se fijó el 8 de marzo para esa conmemoración, porque las delegadas de USA lo solicitaron, en conmemoración de la masacre de obreras en Nueva York, en 1875, que fueron asesinadas por las fuerzas represivas durante una huelga por los derechos laborales de las mujeres.
Desde esa fecha, en el mundo entero se conmemora este acontecimiento de múltiples formas, desde las tradicionales conferencias sobre el tema, discursos conmemorativos y en algunos casos, las mujeres más combativas realizan marchas y paros en reclamo de sus derechos en todos los países.
En México esta fecha cobra especial importancia. Vivimos en un país que tiene una enorme deuda con sus mujeres. Las propias autoridades políticas así lo reconocen. Y la sociedad se dispone a dar una batalla en defensa de esta causa, ya que la violencia pública y familiar afecta gravemente al sector femenino de nuestra población.
Como reconoció en fecha reciente la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, 3 de cada 5 mujeres mexicanas ha sido víctima de un acto de violencia, desde el acoso en el transporte público hasta la privación alevosa de la vida en diferentes condiciones y circunstancias.
Asimismo, cada 3 horas muere una mujer o una niña, a causa del arraigado machismo y el desprecio por la vida –en especial de los más débiles—causando en estado de alarma general que inhibe el libre desarrollo de las mujeres, así como el ejercicio de sus derechos.
El estado mexicano en su etapa neoliberal privatizó todo, desde las concesiones mineras hasta la seguridad pública. Al “vender las plazas” a los delincuentes, los gobernantes pervirtieron las labores policíacas que, en vez de proteger a la población se dedicaron a cuidar a los hampones, antes, durante y después de que realizaban sus atracos.
En las condiciones del arraigado machismo mexicano, esta política no podía tener más que la peor consecuencia: la impunidad para todo tipo de fechorías, para todos los delincuentes, en especial para los que violan o matan mujeres. Y esta política no ha terminado de dar sus frutos amargos, mientras no se combata la inseguridad, se limpien las policías municipales y se establezca el estado de derecho.
En otras palabras: se podrá acabar con la violencia hacia las mujeres hasta que el Estado mexicano en todos sus niveles recobre la función esencial para la que fue creado, y que surge de nuestro pacto social: el cuidado de la población, la protección de sus intereses, la vigilancia estricta de su vida, sus costumbres, su espacio vital.
Y estas son tareas de todos y todas. Se necesita no solo preservar los espacios ya creados de las estancias para mujeres violentadas y sus hijos. Se requiere crear más, muchos más, a efecto de que todas las mujeres en México puedan gozar de su derecho a la vida, a la libertad, al disfrute de la propiedad legítimamente obtenida, a una vida sana y no sujeta a la contaminación de la cultura criminal.
Se requiere, a corto plazo, aplicar una política de Estado para abatir los niveles de violencia contra las mujeres. Si bien debe existir una política de seguridad pública en general, debe aplicarse una visión de género para proteger a las mujeres, y no permitir que funcionarios públicos traten de justificar la violencia hablando de “actividades impropias de una dama”.
Todas las mujeres mexicanas pueden realizar la actividad que elijan, siempre que no violen la ley. Y pueden hacerlo a cualquier hora del día. Los derechos son de todos y todas, y no podemos aceptar que a ningún ciudadano o ciudadana se le prive de la vida solo por no realizar actividades que alguien no consideró propias de su género.
Nadie puede arrogarse el derecho a indicar a las mujeres mexicanas lo que deben hacer o cómo comportarse. Lo importante es erradicar las condiciones que han hecho posible tanta delincuencia, tanta violencia y tanta estupidez de los funcionarios encargados de brindarnos la protección de la fuerza pública.
En este día memorable, los mexicanos exigimos seguridad para todos, y en especial para nuestras esposas, nuestras hijas y hermanas. Por un México sin violencia y por el respeto a la vida de todos y todas.

Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.
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