El amor en los tiempos del Ébola

Perspectiva

 

 

Por: Rodolfo Becerril Straffon

La epidemia empezó en pequeñas comunidades rurales  de Guinea.   Caminó a zonas urbanas, luego a Sierra Leone  y Liberia hasta llegar a España y a Estados Unidos. En España puso en entredicho al gobierno de Rajoy a quien se le acusó de gestionar equivocadamente la prevención: se convirtió en un problema político. En Estados Unidos se registraron manifestaciones de  preocupación. Hay que viajar pero sin que viajen los virus, deseo un poco difícil. La epidemia del ébola  al decir de algunos   puede crecer exponencialmente. Hasta el momento la cifra de muertos va de 3800 a 4000. Pero no es la única epidemia que produce desencanto. La de la violencia está al  orden del día: La matanza de Tlatlaya perpetrada por las Fuerzas Armadas; el vandalismo en Oaxaca o el de los llamados anarquistas, que no son pero dicen ser, en el periférico; la muerte de un diputado en Jalisco; la simiente contestataria de los estudiantes del IPN que no quedaron satisfechos de que se les satisficieran todas sus demandas  y  señaladamente la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, son ejemplo de un virus que se anida rápidamente.

Fosas comunes, cuerpos calcinados y desparecidos fueron los ingredientes de   las notas que dieron la vuelta al mundo. Los diarios El País y Le Monde le dedicaron varios análisis, las organizaciones de derechos humanos aquí, allá y acullá  se ocuparon del tema. Impunidad, crimen organizado y complicidad de las autoridades están presentes en los eventos de Iguala. Los partidos que respaldaron al presidente municipal  prófugo le quieren pasar la pelota a las autoridades federales que sin duda también tiene parte de la responsabilidad,  y cobijan hasta donde pueden, haciendo malabarismos, a quien fuera su candidato. El pragmatismo por encima de los valores. Los partidos, quizá todos, empiezan a dejar de ser el hogar de los ideales.   El Estado mexicano es  retado por quienes se quieren erigir con el miedo, el chantaje y la extorsión,   en los mandamases de la región por encima de la ley.

El miedo, no sólo el ébola, es un virus  corrosivo y peligroso. La crueldad se contagia muy rápido y el cinismo toma carta de naturalización. Combatir ese miedo es el reto. ¿Y a quien le corresponde diseñar la estrategia para enfrentarlo? No sólo al gobierno, desde luego. Decir que a todos también resulta evasivo. ¿A quién entonces? Hoy tenemos más preguntas que respuestas. Afortunadamente la sociedad organizada está en efervescencia y lo habrá de estar cada vez más en la medida que no se satisfagan adecuadamente las necesidades populares. La paciencia parece estarse agotando. Y si bien es necesario evitar que la indignación estalle inadecuadamente, también lo es que no se pierda nuestra capacidad de protesta y enojo. En ello radica la posibilidad de que tarde o temprano todos estos desencantos sean la nutriente de una nueva sociedad. Mientras tanto, allá en Guinea los aviones  llegan semivacíos, disminuye el turismo y la actividad económica y para colmo, la gente no deja de saludarse con un apretón de manos, se pasan el vaso de té de mano en mano, o hacen la comida  a escasos pasos de las letrinas. Aquí, el gobernador de Guerrero sin asumir ninguna responsabilidad se pasea campante. En ese entorno, el premio Nobel de la Paz  a la joven, casi niña, Malala, la activista paquistaní que ha combatido la opresión de los niños, es un bálsamo alentador.

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