Por Jorge Ikeda
Así apodaron los alumnos de una universidad privada en Cuernavaca al dueño de dicha institución, ya que después de someterse a una operación de cirugía de derivación gástrica (bypass gástrico), dicen que eso fue lo que quedó del cerdo. Por supuesto que se trata de un apodo cruel que la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación no aprobaría, pero para los fines de este relato así voy a denominar al personaje, no sin antes advertir al amable lector que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
El “Chicharrón” no era propiamente mi amigo sino, un conocido. Y lo conocí mejor cuando me llegó un citatorio de una denuncia penal por lesiones y por el delito de daños a causa de un accidente de tráfico. Obviamente que un año después de haber ocurrido el accidente la denuncia por lesiones no prosperó y por los daños respondió mi seguro. Resultó que el “Chicharrón” no aceptó la reparación del seguro y decidió querellarse contra mí. El seguro pagó lo que determinó el perito y asunto arreglado. Un sujeto que es tan rico como para andar en una Harley Davison no tuvo dinero para comprar un seguro.
Inmediatamente después del accidente, lo que más me sorprendió fue la reacción del “Chicharrón” y me preguntó si lo había mandado a matar Paco (otro amigo en común). Apenado por el accidente, no pude contener la carcajada. ¿Cómo puede pensar eso? ¿Pues qué clase de amigos tiene?
No obstante sus rudimentarios conocimientos sobre el balompié nacional, el “Chicharrón” fue representante en el estado de la Comisión de Árbitros de la Federación Mexicana de Fútbol, A.C. Nada tuvo que ver con su nombramiento el obsequio de un automóvil último modelo que le hizo al entonces presidente de la comisión; un viejo árbitro de los tiempos en que se arreglaban los partidos de fútbol y autor de la famosa frase: “se acerca la hora del penal”. Su nombramiento fue el fruto de una lucha incansable y desinteresada por el gremio (ajeno) de los árbitros. Lo que el árbitro Paco construyó con ahínco durante años al frente de la representación, el mismo amigo que supuestamente lo mandó matar, al “Chicharrón” le bastaron unos meses para desbaratar lo andado. Sólo una rebelión de los árbitros morelenses que se quejaron de su prepotencia logró sacar al “Chicharrón” de esas lides.
Aunque está prohibido por la ley electoral, el “Chicharrón” contendió por una candidatura por el PRD y luego saltó a la candidatura del PRI a diputado local por el primer distrito de Cuernavaca (enlace al documento). Intenté denunciar el ilícito y frenar así su candidatura, pero en primer lugar, los representantes de los partidos políticos que estaban legalmente legitimados para hacerlo no lo hicieron y, en segundo lugar, mis amigos me disuadieron con el argumento de que el “Chicharrón” tenía “amistades peligrosas”. Al buen entendedor, pocas palabras. El “Chicharrón” contendió, ganó la elección y fue diputado.
El homicidio de su hija nunca fue resuelto, y en el suceso también murió el conductor del taxi que la trasladaba. Cuando en un operativo de la Armada de México murió Arturo Beltrán Leyva, alias “El Jefe de Jefes”, en el celular del occiso se encontró el número telefónico de un diputado y el de un notario público, a quienes el narcotraficante desesperadamente trató de localizar antes de morir para pedir ayuda. Desde ese momento la sospecha pendió sobre la cabeza del “Chicharrón”.
El PRD, a pesar del descrédito por haber postulado a los autores intelectuales de la desaparición de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, ahora postula al “Chicharrón” como candidato a diputado por el primer distrito de Cuernavaca. Su paso por la antepasada legislatura tuvo nefastas consecuencias para el estado. Intervino de manera decisiva en la designación de Lucero Benítez Villaseñor como presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos, en lugar del abogado Enzo D’Maggio. También intervino, de la misma manera, en la designación del dentista Víctor Manuel Díaz Vázquez como consejero del Instituto Morelense de Información Pública y Estadística. El “Chicharrón” humillaba públicamente al actual consejero presidente del IMIPE y le ordenaba traer y servir un refresco, como si fuera su sirviente, con el único fin de demostrar su poder. Las instituciones también se pervierten cuando se pone a personas incapaces al frente de ellas.
Las presentaciones públicas del “Chicharrón” y sus entrevistas en radio y televisión son vanidad de vanidades, pura vanidad. Dice Robert Mussil en la obra Sobre la estupidez, que se trata de una perturbación del buen comportamiento. “Quien se alaba, se ensucia” y el viejo proverbio quiere decir, en opinión de Mussil, que el hablar mucho de sí mismo no sólo se considera imprudente sino también, indecente.
No son falsas las historias que aseguran que el “Chicharrón” grababa en video los encuentros sexuales que sostenía con las jóvenes que, ante la incapacidad de seguir pagando la colegiatura, acudían a sus buenos oficios para seguir estudiando en su universidad. Varias “becarias” podrían dar testimonio de ello. De ese tamaño es la altura moral del futuro diputado local por el primer distrito de Cuernavaca si los electores no deciden lo contrario. También pueden votar por una mujer y reivindicarlas por los abusos sufridos por individuos como el “Chicharrón”.
Jorge Ikeda es licenciado en relaciones internacionales por el ITAM, licenciado en derecho por la UNAM, ingeniero en desarrollo de software por la UNAD, maestro en ciencias políticas y sociales por el CIDHEM y doctor en derecho también por el CIDHEM. Es profesor de asignatura en la Universidad La Salle Cuernavaca, A.C.
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