Rigoberto Lorence
Para nadie es un secreto que Lorenzo Córdova y el equipo que dirige el Instituto Nacional Electoral (INE) tiene una larga trayectoria de parcialidad en favor de las agrupaciones de la derecha mexicana (PRI, PAN y PRD) tendencia mostrada en más de una ocasión a lo largo de su historia como institución conductora de los procesos electorales de México.
Baste recordar que puso oídos sordos a las denuncias de fraude electoral en 2012, aunque se le mostraron las tarjetas de Monex, instrumento del delito; o cuando avaló con su silencio el fraude en el Edomex que aún mantiene en el poder al primo incómodo Alfredo del Mazo.
En fecha más reciente, el INE bajó de la televisión oficial un spot de Morena en el que hablaba del TUMOR (Todos Unidos contra Morena) conformado por los partidos de derecha, mientras por lo contrario se ha negado a bloquear un spot de esos partidos que argumentan contra el gobierno federal a base de mentiras. El spot del TUMOR, por cierto, se podrá seguir mostrando en los medios, por resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife).
Hoy sin embargo la situación se ha tornado más conflictiva. El INE ha tomado la medida de prohibir la difusión íntegra de las conferencias de prensa que el presidente AMLO realiza cada mañana, a temprana hora, desde la inauguración de su mandato en diciembre de 2018.
Los argumentos son baladíes: aduce que AMLO hace propaganda gubernamental a través de esas conferencias, y por lo mismo prohíbe su difusión completa desde el 4 de abril hasta el día de las elecciones, el 6 de junio. ¿Cuáles partes de esas conferencias podrían ser difundidas y cuáles no? El INE deja ese criterio en manos de los medios de difusión de masas, la “gran prensa”.
Entendamos esto: los medios de comunicación de masas son órganos de difusión y publicidad de las grandes empresas. En los hechos, esos medios son solo una parte de conglomerados industriales, comerciales y bancarios, y por lo mismo responden a sus intereses. De ninguna manera son “imparciales”.
Poner en manos de la llamada “gran prensa” la posibilidad de censurar parte de los contenidos que difunde AMLO equivale a devolverles el poder político, ese mismo que perdieron el 1 de julio de 2018. Es un verdadero golpe de timón en materia de difusión de noticias, de información. Y ya sabemos que la información es poder.
Fue precisamente para aclarar y corregir la información sesgada que a diario proporcionan esos medios a la sociedad, que AMLO tomó la decisión de dar conferencias de prensa. En ellas, además de dar información de las tareas de gobierno que él encabeza, a diario desmiente decenas de fake news, de información sesgada que ataca a su gobierno y falsea los hechos.
Ahora, el INE trata de ignorar que existe una sociedad fragmentada, dividida en clases sociales que a diario se confrontan; que la información manejada por la gran prensa favorece de manera invariable a los intereses de los grandes empresarios en detrimento de la población, de las clases oprimidas (o para emplear el lenguaje actual, de los sectores más vulnerables).
El INE, en su calidad de árbitro electoral trata de impedir que AMLO siga aclarando la información que favorece a los grandes empresarios, a la oligarquía. Es una forma sutil de ejercer la censura, pero lo sutil no quita que traten de acallar a quien emite, en este momento, la única voz con alcance nacional, diferente a la oligarquía.
Lo que debe censurarse –y en ese punto no hay objeción—es que el presidente, los gobernadores o miembros de sus respectivos gabinetes llamen a votar por tal o cual candidato, o a no votar por él, como lo hacen con frecuencia algunas iglesias. Pero si AMLO da a conocer los avances en los programas de vacunación, o las cifras básicas de la economía, no puede tomarse como propaganda electoral.
Por cierto: aunque el proceso de vacunación marcha adelante, la gran prensa va a encontrar siempre alguna objeción. Si llegaron pocas vacunas, pues falta mucho para acabar; si llegaron suficientes, pues una enfermera mostró signos de rechazo a la vacuna, y eso es por culpa del gobierno.
Manchar, difundir cifras alteradas. magnificar tropiezos es la función de los grandes medios. Porque están representando los intereses de los grupos oligárquicos y, por lo mismo, es esencial para ellos ensalzar los méritos propios y denigrar los del oponente. No se puede esperar objetividad en la información que difunden, porque todo lo manipulan en su beneficio.
Por lo demás, la población está en muy alto grado a favor del presidente y su conducción de los asuntos de gobierno. Lo que trata de hacer el INE es censurar las aclaraciones de AMLO, y por lo mismo permitir que las fake news abonen el terreno de la oposición de derecha. Y eso no es imparcialidad.
Lorenzo Córdova y su equipo están tratando de obstaculizar los posibles resultados favorables a la izquierda en los comicios del próximo 6 de junio. Y esto para él es vital, porque si lograra triunfar la derecha y obtener mayoría en el Congreso federal, algunos procesos de cambio podrían detenerse. Por ejemplo: que los funcionarios públicos ganen menor sueldo, salario y prestaciones que el presidente. Al titular del INE no le importa la democracia, sino sus grandes sueldos, el poder y la posibilidad de revertir los resultados del 2018.
En este sentido, el INE y su actual dirección siguen siendo parte del pasado político del país. Una parte del viejo régimen, un anacronismo que debe ser extirpado. Aunque forman parte del Estado, se niegan a obedecer las nuevas reglas escudándose tras la “autonomía” que fue conseguida por la lucha popular para defenderse del estado oligárquico neoliberal, pero que hoy la aprovechan en beneficio personal y de los grupos de poder de la derecha.
Un INE partidizado es un doble contrasentido. Fue creado para impedir la intervención de las antiguas autoridades prianistas en los comicios, no como como una entidad que gravitara fuera y por encima del poder legítimo. Al adoptar posiciones favorables al PRIAN, el INE le entrega posiciones políticas que no le corresponden. Convierte en triunfadores a los derrotados del 2018.
No es la primera vez que el pueblo cumple su tarea política por encima de veleidades. Ya lo hizo en 2018 y lo repetirá en este 2021. Es más: la actual posición política del INE arranca la venda de los ojos a sectores que aún creían en su neutralidad, y por lo tanto, dará bríos a la lucha del pueblo, que se volcará en las urnas para obtener una victoria más grande que la del 2018, porque en esta ocasión derrotará a las fuerzas de derecha que hoy marchan unidas, y cuentan además con el apoyo abierto del “árbitro” que debiera ser imparcial.
Hay una máxima que señala: no gana las elecciones el que tiene más partidarios, sino el que cuenta los votos. Esperemos que las votaciones sean tanto o más apabullantes que las del 2018, para que no quede ninguna duda acerca de la voluntad del pueblo en cuanto a cambiar el oprobioso sistema que aún prevalece.
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.
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