Silvia Chávez Manilla
Continuando con la reflexión del artículo anterior, en el cual acentuábamos la influencia de las madres en los hijos, hecho que no es nada desconocido, pero que por lo mismo se deja de lado, sin darle – me parece-, la debida importancia. Es más, no es que no se le dé relevancia, lo que sucede es que se guarda, sí, el motivo por el cual las madres actuales quieren cambiar la manera de educar a los hijos se queda en el cuarto de los tiliches.
En la trastienda de aquello que se manifestó en nombre de la disciplina, hay dolor, rencor, enojo, reclamos, traición, humillaciones, decepción y un centenar de emociones que se callan, se bloquean, se “olvidan”, se actúan, se diluyen, se menosprecian.
No me lo estoy inventando, han llegado a mí muchas historias – lamentablemente-, que me llevan a subrayar que no es peccata minuta, se tiene que poner sobre la mesa, pues ha dado como resultado, el extremo; ahora se pasan por alto los berrinches, los límites están siendo poco claros o inexistentes, la frustración es una cosa prohibida y las futuras generaciones se vislumbran endebles.
Algo se tiene que hacer, y primero tenemos que aceptar de dónde venimos, para decidir por dónde nos vamos. Se están tocando los extremos; y no sé a ti, pero eso a nivel social me da miedo, sobre todo cuando pienso en que la ausencia de disciplina, compromiso, límites da como resultado ausencia de cimientos.
Reconozco ampliamente que la “mano dura” de nuestras madres/abuelas/padres, logró que muchos tengamos el nivel de exigencia y responsabilidad que nos ha permitido concluir una carrera, o dos; ser reconocidos de manera profesional y antes de aquello, ser seres humanos confiables, “entrones”. Hoy quieren todo sencillo y rápido. Quieren ser ricos de la noche a la mañana y están supeditados a las redes sociales.
Subrayo, también hay padres tremendamente estrictos, pero quien – hay que decirlo-, marca la diferencia es la madre, lo siento, pero el poder es el poder. -Quien tenga una opinión distinta, la leo con gusto-. El asunto es que esta potestad ha utilizado, palos de escoba, cinturones, chanclas, cucharas, varas, palabras y lo que encontraba a su paso para castigar, amedrentar, corregir, someter, disciplinar a los hijos. Lo anterior, vulnera, trauma, denigra al niño que se convierte en un adulto, asustado, triste, rígido y más.
Si de por sí flaqueamos en lo emocional, lo mencionado lo complica, trastocando nuestro estar en el mundo, dudando de nosotros y convirtiéndonos en presa fácil del afuera; tal es el caso del acercamiento a cualquier tipo de adicción, o bien, fobias, obsesiones, hasta la vivencia de situaciones violentas ejecutadas por terceros. En fin, una serie de factores que mutilan el amor propio.
Mientras escribo, me vienen a la mente nombres de diferentes personas (incluido el mío), con diferentes edades que me transmiten su búsqueda del perfeccionismo, su miedo a ser vulnerables, su aspiración a ser amados, o su temor de no serlo; su necesidad de ser aceptados, vistos, reconocidos, etc. ¡Cuántas ganas hay en el aire!
Ojalá fueran relatos de hace 40, 50 años; las referencias abarcan los 2000, lo cual quiere decir que también estamos en pañales en cuestión de educación.
De ahí venimos y no puede seguir sucediendo, pero tampoco puede ser sustituido por la indiferencia, por el: “está chiquito y no sabe”; “no la voy a educar como lo hicieron conmigo”. Por permitirle todo, por delegar a la escuela lo que a los padres corresponde, y peor aún, cuando se encargan las maestras terminan regañadas, ofendidas, despedidas, amenazadas, o como sucedió hace poco, golpeadas: https://www.eluniversal.com.mx/edomex/lo-que-sabemos-sobre-los-padres-que-golpearon-y-encanonaron-a-maestra-de-kinder-en-cuautitlan-izcalli/
Basta de repetir patrones y de poner en práctica nuevas formas extremistas, tenemos que encontrar un punto medio, uno que nos permita aflojar, pero no tanto. Dicen por ahí, que infancia es destino, sí y no. Sí, si continuamos sin cuestionarnos lo que hacemos; no si nos abrimos a la reflexión, si acudimos a terapia a convertir ese dolor, frustración, anhelo en fortaleza, aprendizaje, reconciliación e infinidad de etcéteras por descubrir. Esto sin duda, será de gran utilidad para ti y futuras generaciones.
Nota
El planteamiento de este espacio no es dar instrucciones, o recetas; el sentido es irnos construyendo, porque una persona no es un objeto, es un ser inacabado, en constante transformación. El camino es largo, pero vale la pena, vales la pena.
Visita: www.psict.com.mx
Licenciada en periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, posgrado en psicoterapia Gestalt Relacional por el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt y formación en Grupos Terapéuticos por el Círculo de Estudios en Terapia Existencial.
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