Gerardo Fernández Casanova
Arrancó la contienda electoral formal y los candidatos ofrecen sus mejores perfiles y ocultan sus defectos; el maquillaje mercadotécnico en su beneficio, por un lado, y los tortazos de lodo a la cara del contrincante, por el otro, están ocupando a los equipos de campaña (cuartos de guerra) de los candidatos, específicamente de los que se ven muy rezagados en las encuestas. El enemigo a vencer, López Obrador, se convierte así en el blanco de cuanta insidia y falsedad se pueda uno imaginar. Por lo pronto se registran cambios de estrategia en los panistas; de acuerdo a insólitas declaraciones de Jorge Castañeda a Proceso, el ahora coordinador de la campaña de Anaya, en el sentido de haberse convencido de la inutilidad de comparar a AMLO con Chávez o Maduro, ahora el nuevo diablo a emplear es Luis Echeverría, supuestamente para significar que el puntero de las encuestas representa un regreso al pasado. Me parece bien y se vale, pero en ello también les lleva la delantera López Obrador que ha identificado a los prianistas, ambos, con Santa Anna por su demostrada condición de vendepatrias y es atinada la comparación.
Los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN sólo compitieron por lograr un mayor récord en materia de inversiones extranjeras, a costa de salarios bajos, flexibilidad ambiental y de concesiones fiscales, entre otras ofertas. De ahí que el saco a la medida es la comparación con el dictador Santa Anna.
Es cierto que AMLO busca siempre referentes históricos para respaldar sus postulados, por cierto que nunca ha hecho referencia al presidente Echeverría. Se refiere a Hidalgo y Morelos en la Independencia, a Benito Juárez en la Reforma y a Francisco Madero y Lázaro Cárdenas en la Revolución; lo hace porque conoce la historia de México, cosa que desconocen quienes quisieran borrarla, y la maneja como experiencias que es preciso tomar en cuenta para no cometer errores. Ignorar la historia es caminar sin brújula y volver a tropezar con la misma piedra.
Por otra parte, la técnica de la publicidad política “moderna” consiste en evitar definiciones comprometedoras y, a cambio, bombardear los compromisos del contrincante. En eso sí que llevan ventaja los prianistas, saben navegar sin hacer olas; el que en tal caso pierde es el pueblo que debiera poder elegir entre opciones claras y veraces, por lo que se ve cegado por las cortinas de humo en que se envuelven Meade, Anaya y Zavala.
El tema del nuevo aeropuerto armó gran escándalo y se les revirtió. La gente, sabedora y cansada de la corrupción y los negocios desde el poder, se expresó mediante el aumento de la preferencia por AMLO. El tema de la amnistía a los criminales ha sido objeto de una feroz andanada de ataques, tergiversándola; piensan como que el pueblo no tuviera la experiencia, muchas veces en carne propia, de que en la cárcel no son delincuentes todos los que están, mientras que muchos que ahí debieran pagar sus fechorías están gozando de plena libertad para seguir delinquiendo. Con más que sobradas razones el régimen no goza de credibilidad, normalmente los comunes creemos todo lo contrario a lo que dice el gobierno; los defensores de derechos humanos son acusados de delincuentes; los periodistas honestos y ultimados por extrañas armas son, además, ofendidos relacionándolos con actividades ilícitas; igual pasa con cualquiera que resulte incómodo al régimen corrupto que nos ha dominado, los casos de Napoleón Gómez Urrutia y Néstora Salgado son casos paradigmáticos. Por ello la importancia de la revisión de casos y la eventual amnistía. En los mismos términos para campesinos que sin apoyos para producir alimentos optan por la siembra de estupefacientes, como única alternativa real para, por lo menos comer.
Así marchan las cosas en el proceso electoral, al tiempo que el troglodita rubio aumenta el nivel de sus agravios a México. Son inaceptables y sólo un gobierno sólido y patriota podrá procesar el conflicto en defensa de la dignidad, la soberanía y los intereses del pueblo de México. Ya sabemos con quién; desde luego que los “bonitos y decentes” educados en sus universidades están hechos a la medida de los valores gringos y no ofrecen garantía de patriotismo.
gerdez777@gmail.com
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