Gerardo Fernández Casanova
En San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados, se afina un proyecto cuya finalidad es la de dar lugar a la llamada segunda vuelta electoral, y de reducir a 300 el número de diputados, de los cuales 250 serían de mayoría relativa, en el mismo número de distritos, y 50 corresponderían a la representación proporcional,(plurinominales). Como de costumbre, el régimen se aplica a poner parche sobre parche en la legislación electoral, siempre con la vista puesta en su seguridad de corto plazo, de ahí que las leyes que norman lo electoral sean cada vez más barrocas y plagadas de incoherencias. El régimen se aferra aunque sea con alfileres.
Lo que en este caso se pretende es de extrema gravedad y se corresponde con el viejo anhelo de la oligarquía de operar un bipartidismo al estilo gringo, mediante el cual la disputa por el poder se hace entre correligionarios que simplemente ostentan camisetas de colores distintos y nada más.
Temerosos del vigoroso avance de la alternativa representada por Andrés Manuel López Obrador y MORENA, se curan en salud para que perdiendo la primera vuelta, obliguen a otra elección en la que toda el ala conservadora, PRI, PAN y sus satélites, se alineen en contra del ganador de primera instancia con muy altas posibilidades de vencerlo.
El tema no puede ser analizado de manera aislada, tiene mucho que ver con el régimen de partidos imperante. Una segunda vuelta se justifica en sociedades en que existe amplia facilidad para la creación y registro de partidos políticos, de manera que en la primera vuelta quede explícita la fuerza relativa de cada uno de ellos, para que en la segunda se dé lugar a las alianzas y a la configuración de agrupamientos comprometidos en torno a la fuerza de las propuestas programáticas. No es el caso de México, con un régimen restringido de partidos dominados por la vía presupuestal y carentes de diferenciación programática e ideológica. Tendría que revisarse la legislación toda, particularmente en lo tocante al sistema de partidos, para de ahí derivar las adecuaciones que resulten idóneas.
En los mismos términos sería necesario atender al asunto del número de diputados y de las formas de representación. Tenemos una severa crisis de representación en el país y, en todo caso, cualquier cambio que se pretenda en la composición camaral, tendría que partir del análisis de las causas de su inexistente representatividad. La elección por mayoría relativa es la forma menos representativa de elección; un candidato puede resultar electo por una mayoría minoritaria de votos, en promedio con el 30% de los votos. Lo anterior significaría que el 70% del electorado se queda sin representación; en estas condiciones los partidos nominan a sus candidatos no por su convicción política sino por su capacidad para alcanzar ese mínimo de votación, de ahí que se dé preferencia a los candidatos “bonitos y populares” respecto de los que puedan desarrollar un trabajo legislativo eficaz.
La fórmula que ofrece una representación más cercana al mosaico de las preferencias del pueblo, es el de la elección por la vía de la representación proporcional, a base de listas regionales propuestas por los partidos políticos, al efecto de que la composición camaral se determine con base en la proporción de la votación total lograda por cada alternativa. Infortunadamente, los partidos han echado mano de sus listas de representación proporcional para dar cabida a sus allegados y hasta familiares, que así logran llegar al cargo sin riesgo ni confrontación alguna. La fuerza mediática conservadora ha hecho escarnio de los llamados “pluris” en parte con razón, pero dejando de lado el aspecto afirmativo que tal mecanismo ofrece.
En cuanto al número de diputados se propicia una gran confusión, la gente critica a las cámaras por su número pero, principalmente, por su desmedido costo. Bien pudiera existir una cámara con mil diputados si la operatividad legislativa así lo recomendara, pero habría que eliminar la ominosa política de salarios injustificados y su, por demás perniciosa, costumbre de agregar onerosas entregas de recursos en numerario, para las bancadas y los diputados. Contra eso es que se manifiesta la sociedad y tiene toda la razón.
Habrá que dar una muy desigual lucha para impedir la comisión de estos atracos perfilados por el régimen.
gerdez777@gmail.com
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