¿No saben, no pueden o no quieren?
Orlando Plá
En el orden social, que es el más importante, hay un verdadero caos por los que perdieron a familiares, perdieron su casa y pertenencias, perdieron su fuente de empleo, y en estos momentos carecen de los elementos básicos para vivir.
Al parecer, quienes están en el gobierno desconocen las funciones principales que les corresponden: Ofrecer seguridad y proporcionar bienes públicos; o tal vez las confunden con las que puede tener una organización de caridad.
Entregar despensas y pequeñas ayudas monetarias no es la vía en que el gobierno puede resolver el problema de Acapulco.
El gobierno tiene que diseñar un plan, para convocar a la iniciativa privada y otros actores que puedan aportar y, por supuesto, el gobierno tiene que financiar los costos que le corresponden.
Los especialistas del gobierno tienen que ser capaces de hacer un diseño urbano o contratar a quien lo haga, empleando todas las tecnologías modernas y no pretender una reconstrucción hecha de forma aleatoria por la población empleando las técnicas de principios del siglo pasado, sobre una infraestructura totalmente obsoleta y colapsada.
Existen, por citar un ejemplo, tecnologías de construcción con prefabricados capaces de levantar urbanizaciones enteras en muy poco tiempo, con construcciones dignas, del siglo XXI, que son resistentes a huracanes.
Así, es posible hablar de redes hidráulicas y eléctricas soterradas de rápida instalación, que distribuyan desde nuevas fuentes de agua y de energía eléctrica.
Pretender una reconstrucción anárquica es condenar a la población a la miseria y a uno de los polos turísticos de mayor potencial en el país, a la mediocridad y el fracaso.
Acapulco genera 70% de los ingresos del estado de Guerrero, por lo que debería ser de máxima prioridad para el gobierno del estado y, naturalmente, para el municipal; pero el gobierno federal debería tenerlo como una de las prioridades turísticas del país debido a sus condiciones naturales de belleza, el clima cálido durante todo el año y la ubicación para recibir, además de los turistas nacionales y extranjeros que frecuentaban este destino, a la nueva corriente de turistas provenientes de Asia.
Sin embargo, aunque el potencial que tiene el puerto de Acapulco es extraordinario, es poco lo que podrá lograrse si la reconstrucción se orienta a volver a como estaba antes del huracán.
Antes de Otis, Acapulco era una ciudad sucia, con playas contaminadas, construcciones y vialidad en general ineficientes, suministro de agua intermitente y muy lejos de ser potable, red eléctrica de principios del siglo pasado con múltiples empates y otras muchas carencias.
A todo esto, puede añadirse un importante control de la delincuencia que actúa como un gobierno alterno que cobra impuestos ineludibles y condiciona el desempeño de toda la economía en el territorio.
Si el gobierno no es capaz de garantizar la seguridad a los pobladores y turistas, y tampoco puede coordinar un proyecto de modernización de la ciudad, ¿Qué utilidad real tiene? ¿Qué futuro puede ofrecer a una población carente de educación, recursos y orden? ¿Qué perspectivas puede ofrecer a los millones de mexicanos que, por cercanía y afinidad, consideran a Acapulco como su principal destino de vacaciones? ¿Qué atractivo puede ofrecer a los millones de turistas de todo el mundo que aspiran a disfrutar de las cualidades excepcionales de este destino, pero con seguridad y confort?
Basta revisar la evolución de algunas ciudades en el mundo para comprender que existen las capacidades de diseño y tecnologías para proyectar al puerto de Acapulco como una ciudad moderna y segura que propicie el crecimiento del nivel de vida de sus pobladores y el disfrute de todos los visitantes, pero es necesario un gobierno que sepa, pueda y quiera hacerlo.
Empresario y maestro en economía por El Colegio de México.
Funcionario en Hacienda, Asesor del Centro Interamericano de Administraciones Tributarias. Profesor de FLACSO, ITESM y otros.
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