J. Rigoberto Lorence
El espionaje siempre ha sido un arma fundamental en las guerras que se han librado a lo largo de la historia humana. Los servicios de información son tan antiguos como la guerra misma. Hoy, aunque la tecnología se ha modernizado, y las potencias tienen satélites militares para espiar a sus adversarios, los actores principales siguen siendo los espías de carne y hueso, los de a pie.
El teórico chino de la antigüedad (Siglo V A.C.) Sun Tzu, escribió en “El arte de la guerra” una frase fundamental: “Conoce al enemigo y conócete a ti mismo, y podrás librar mil batallas sin sufrir derrota”. Desde esa época los dirigentes políticos han valorado al espionaje como un asunto central en toda confrontación bélica.
México tiene amargas experiencias históricas del espionaje de USA en nuestro país. Por ejemplo: antes de comenzar la guerra de 1847-48, espías militares norteamericanos disfrazados de comerciantes recorrieron los territorios que después serían anexados, valorando todo: desde las costumbres de las comunidades mexicanas entre Texas y California; las fortificaciones y el grado de desarrollo económico de la región. Así fue como trazaron la Ruta de Santa Fé, en alusión de la capital del hoy estado de Nuevo México.
Los negociadores norteamericanos del Tratado de Guadalupe-Hidalgo sabían lo que solicitaban porque lo habían estudiado a fondo. Lo conocían tanto o más que los dirigentes políticos mexicanos. Y cuando sus tropas ocuparon el país, presionaron para arrebatar esos territorios a México, sin duda los más ricos en la actualidad de la llamada Unión Americana.
Los agentes y las embajadas de USA en México siempre han tenido influencia decisiva en los asuntos internos de México. El golpe contrarrevolucionario de Victoriano Huerta se concertó dentro de las instalaciones de la embajada de ese país, el 18 de febrero de 1913, bajo los auspicios del embajador Henry Lane Wilson. El pronunciamiento militar se conoció como el Pacto de la Embajada.
En el periodo que va desde 1958 hasta 1976, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) no solo espió a sus anchas, sino que tenía capacidad de decisión sobre los asuntos internos. Los presidentes de México de ese periodo y sus respectivos equipos (Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría) eran miembros activos de la CIA, y tomaban directamente las decisiones que más convenían a los intereses de USA, como la represión del 68, el Halconazo en 1971 y la represión del movimiento guerrillero en Guerrero y todo el país en la década 1970-80.
En fecha reciente, la DEA (policía antinacóticos de USA) vigiló, espió e integró un expediente criminal contra el general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional, sin avisar al gobierno mexicano. El militar fue detenido en el aeropuerto de Los Ángeles, California, en octubre de este año.
A raíz de tales antecedentes, el gobierno obradorista acaba de realizar reformas a la ley de Seguridad Nacional, con objeto de asumir el control de los cientos de agentes extranjeros que pululan en México, en un intento por someterlos al imperio de las leyes mexicanas, a las que nunca se han sujetado de manera rigurosa, por lo cual siempre se han comportado como tropas de ocupación en un país derrotado.
La nueva ley de seguridad nacional establece con claridad que todo agente de un país extranjero que pise el territorio nacional debe registrarse ante la secretaría de Relaciones Exteriores, y deberá rendir un informe de sus actividades cada mes. Asimismo, deberán informar de los avances que vayan consiguiendo en cuanto al seguimiento de las personas sujetas a investigación.
La intención de la nueva ley es muy clara: aplicar los convenios internacionales de cooperación en materia de seguridad por el principio del mutuo acuerdo, con pleno consentimiento del país donde se realiza cada investigación, y se eviten sorpresas como en el caso del general Salvador Cienfuegos. Por cierto: las pruebas contra el militar mexicano han resultado endebles, y la prensa de USA así las ha exhibido.
El argumento de la DEA para omitir dicha información fue que, si la daba a conocer al gobierno mexicano, se alertaría indirectamente a los investigados, por la infiltración de la delincuencia organizada en las más altas esferas del poder. Dentro de ese supuesto, el tratado no se puede aplicar tal como fue firmado, por la desconfianza entre las partes. Y en ese sentido ¿para qué firmamos convenios?
Los tratados internacionales tienen rango constitucional en México. Son de observancia obligatoria. Solo están un peldaño debajo de nuestra Carta Máxima. Y no deben usarse para violar la soberanía nacional, ni para aplicarlos de manera unilateral. Y en ese tema la conducta del gobierno mexicano debe ser inflexible.
En ambos países se cometen delitos que tienen consecuencias negativas para ciudadanos del otro. Por ejemplo: en USA hay traficantes de armas que abastecen a los delincuentes de los cárteles mexicanos. Esas armas han servido para matar ciudadanos de nuestro país. Si bien comprar armas en aquel país no es delito, sí lo es el contrabandearlas a México. Pero los jueces de USA tratan ese tema como si fueran delitos leves.
Hay unos 15 contrabandistas norteamericanos que andan en libertad, aunque fueron sentenciados por formar parte de la operación “Rápido y Furioso”, que tuvo lugar durante el gobierno de Felipe Calderón. Y nuestro país va a exigir su extradición a México, para juzgarlos de acuerdo con la legislación mexicana.
A México le está haciendo falta enviar agentes nacionales a USA para vigilar ahí mismo los movimientos de los contrabandistas que perjudican a la sociedad mexicana. Sería una contraprestación legitima, aunque tuvieran que reportar sus avances al gobierno de USA.
Los espías de las agencias de USA
A la fecha, operan unos 100 agentes de la DEA en México que realizan actividades de espionaje y búsqueda de información. Se calcula que cada agente maneja unos 15 ayudantes mexicanos, que funcionan como recolectores a cambio de un salario, que varía según la calidad del servicio. Hay sueldos que van desde 500 a 7 mil dólares al mes, y se deduce que las cantidades mayores se entregan a quienes aportan información valiosa.
Además, hay agentes de la CIA, del FBI, de la NSA y otras agencias, que realizan actividades de vigilancia y espionaje de personas o empresas que USA considera forman parte de sus enemigos. En conjunto, el territorio nacional es considerado como parte de la zona de seguridad de USA, y por lo mismo la vigilancia es muy estrecha.
Los contingentes principales de las agencias de USA en México se ubican legalmente en las principales ciudades, en relación estrecha con los consulados de aquel país. Además, hay agentes que cruzan la frontera para un fin específico y luego se regresan. Pero la mayoría tiene residencia permanente.
Para el mismo efecto, en la embajada de USA hay cientos de agentes USA bajo cobertura diplomática. Es imposible calcular su número, porque por razones de seguridad ese es un dato que se mantiene oculto. Pero es un hecho que la embajada de USA en México es la más grande de ese país en América Latina. y decenas de ellos realizan labores de propaganda, información y manejo de asuntos diversos que nada tienen que ver con la diplomacia.
¿Cuáles son los sujetos de la investigación de las agencias y la embajada de USA? Como asunto de seguridad nacional, vigilan dirigentes mexicanos que pudieran afectar las relaciones entre ambos países. O bien, grupos de norteamericanos que pudieran conspirar contra la estabilidad de su país.
En virtud de que el territorio nacional es puente de paso hacia USA, vigilan a los grupos de migrantes, a los posibles “terroristas” infiltrados entre ellos. A las embajadas de los países “enemigos” como Rusia, China, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y otros. Especialmente importante es la embajada de Cuba, porque México es un país que tradicionalmente ha mantenido buenas relaciones con el gobierno de la isla.
En más de un sentido, México es esencial para la seguridad nacional de USA. Tanto por la frontera común de más de 3 mil kilómetros, como porque del lado estadunidense hay millones de mexicanos que han emigrado esencialmente por razones de empleo. Hay muchos grupos progresistas dentro de ese conglomerado.
Por otro lado, USA se prepara actualmente para ampliar sus relaciones con Cuba y quizás con Venezuela. Es vital para ellos, por lo tanto, mantener el flujo de información procedente de esos países, y muchos datos relacionados con ese asunto pasan antes por sus embajadas en México.
Salvo los agentes que mantienen cobertura diplomática, los demás deberán registrarse ante las autoridades y rendir cuentas de sus actividades periódicamente. Asunto que no informen no será oficial. Por lo tanto, no les será permitido seguir haciendo investigaciones clandestinas ni detenciones arbitrarias. México deja así de ser coto de caza de las agencias de espionaje de USA.
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.
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