Estatuas derribadas y memoria colectiva

 

 

J. Rigoberto Lorence

No pasaron ni 48 horas entre la inauguración de una estatua de AMLO en Atlacomulco, Edomex., cuna de la corriente priísta que a la fecha continúa manejando el poder en esa entidad, cuando manos desconocidas, al amparo de la oscuridad, vísperas del fin de año la derribaron. Y tales hechos –sencillos y simples—se han magnificado en sus efectos simbólicos por obra de los medios de comunicación de masas.

 

En efecto: del derribo de estatuas en México y en el extranjero está llena nuestra memoria. Por ejemplo, a inicios de los años 60, la estatua de Miguel Alemán fue derribada con explosivos en el campus de la Ciudad Universitaria, al sur de la capital. Esa estatua, construida desde la época que gobernó el país el citado personaje, era símbolo del poder y corrupción que acompañó a los gobiernos de la reacción mexicana, adversaria de las conquistas populares.

 

La destrucción de dicha estatua fue festejada por toda la comunidad universitaria como un logro. La ideología y la práctica alemanista chocaba de frente con la nueva mentalidad de los estudiantes de los años 60’s, mucho más avanzada que la del expresidente y sus huestes. Previamente, la obra había sido vandalizada en varias ocasiones, hasta que alguien se apiadó y la derribó. Posteriormente las autoridades universitarias la retiraron en medio de la mayor discreción.

 

Otras estatuas derribadas de personajes descollantes en el mundo son las de Lenin y Stalin en los años 90’s, cuando la Unión Soviética sucumbió bajo el empuje de la ideología y costumbres occidentales, aunque no hubiera sufrido ninguna derrota militar ante sus tanques. Una buena parte de los ciudadanos soviéticos e inclusive muchos dirigentes ya antes habían sucumbido ante la ideología del american way of life.

 

Recordemos, sin embargo, que el mausoleo de Lenin se sigue conservando con meticulosidad en la Plaza Roja de Moscú, y el gobierno ruso actual le rinde honores al dirigente bolchevique, en su carácter de fundador del estado ruso moderno.  Asimismo, en muchas ciudades de las diversas repúblicas en que se dividió la URSS, se mantienen las estatuas y los honores que siempre les han acompañado.

 

En Pekín, capital de la República Popular China, al centro de la Plaza de Tien AnMen (de la paz celestial) reluce un gran retrato de Mao Tse Tung y junto a él un mausoleo dedicado al famoso líder que fundó el nuevo estado chino en 1949. El gobierno actual rinde a diario respetuosos honores a su memoria, mediante marciales cambios de guardia de soldados del Ejército Popular de Liberación, ejército fundado por el héroe de la legendaria Larga Marcha de los 20 mil li, emprendida del sur de China hasta las montañas del norte.

 

En Pyongyang, Corea del Norte, el mausoleo de Kim Il Sung, fundador del estado norcoreano recibe el homenaje diario no solo de las guardias de bizarros soldados, sino de la población que decide visitarlo. Las medidas de seguridad son rigurosas, para preservar el espacio libre de virus y bacterias que pudieran afectar la conservación del héroe.

 

Hay una observación que se debe hacer: en los países donde el sistema permanece y los nuevos dirigentes del gobierno son afines a la memoria del líder, las estatuas y monumentos se han conservado y reciben homenajes. En cambio, en aquellos donde el régimen fue derrocado por sus adversarios, una parte de las estatuas generalmente han sido vandalizadas o derribadas mediante actos de barbarie masivos.  

 

Saddam Hussein, en Irak, fue colgado en Bagdad por las tropas de USA que invadieron y ocuparon ese país. Su estatua previamente había sido derribada por una multitud enfurecida, que operaba bajo el control de las tropas de ocupación.

 

Los símbolos del poder y la ideología son eso: símbolos –representaciones visibles del ideal o del proyecto del héroe– y se veneran en forma de retratos, monumentos o pinturas que ejemplifican de manera sencilla los hechos, leyendas o personajes que se pretende homenajear y conservar en la memoria del pueblo.

 

En el caso de las estatuas vandalizadas en USA por las masas insurgentes, se trataba de personajes que han significado la esclavización o sometimiento del pueblo. Por ejemplo: de los colonizadores o conductores del movimiento que en su momento histórico hizo posible la conquista del territorio o el sometimiento de la población.

 

Este ha sido sin duda el destino inexorable de la estatua de Cristóbal Colón en muchos países, vandalizada, derribada o retirada de muchas ciudades que en otro tiempo pretendieron darle reconocimiento por el mérito que supusieron sus viajes de descubrimiento, y que en realidad contribuyeron a someter un continente.

 

En México, el derribo de la estatua de AMLO por manos desconocidas –aunque fácilmente identificables dado el lugar donde se realizó—no significa más que el hecho aislado de su construcción y su derrumbe. Porque fue construida y donada por un ciudadano particular –el expresidente municipal morenista del lugar—sin aliento o autorización del homenajeado. Y por ende, tiene un significado muy simple: fue el homenaje de un ciudadano particular a un dirigente nacional, realizado en una población de rancia prosapia tricolor y adversaria de la praxis obradorista.

 

Pretender que ese derribo tiene un significado más trascendente es inventar historias. El movimiento obradorista está más fuerte que nunca. Los grupos y partidos reunidos bajo las banderas de la 4T están creciendo con fuerza, y los indicadores de tal crecimiento son claros para quien los quiera ver.

 

Por ejemplo: la base social del obradorismo se ha fortalecido claramente. Con su empuje redujo la importancia de la base social de sus adversarios. Y eso lo ha demostrado en todas las ocasiones en que se ha requerido. En la última elección del año pasado, consiguió la victoria en 12 de las 15 gubernaturas en disputa; conservó la mayoría en el poder legislativo y en el presente año se dispone a ganar unas 5 de las 6 gubernaturas en juego.

 

Por otro lado, el prestigio del presidente se encuentra en el punto más alto y sigue ascendiendo. Dos de las obras más importantes –el aeropuerto internacional “Felipe Ángeles” y la Refinería de Dos Bocas– serán inauguradas en fecha próxima. Las finanzas nacionales están sanas; la moneda firme. La industria sigue funcionando y los mercados –los de las colonias populares tanto como los de la clase media– pletóricos de compradores. Además, la pandemia ha sido dominada y la población se mantiene tranquila, movilizada y madura. A la fecha se han aplicado vacunas a más del 80 por ciento de la población.

 

El derribo de la estatua de AMLO por algún fanático –o por un subcontratado priísta—no significa que el movimiento de la 4T haya sufrido un fracaso, o siquiera un tropiezo. Solo fue un acto imprudente de un exfuncionario morenista, aprovechado por manos perversas. No más que eso…

 

 

Sobre Rigoberto Lorence 102 artículos
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.

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