YO ACUSO
Armando Vargas Mora
Apatzingán, Michoacán; 07 de Diciembre de 2020.-Hace ya muchos años que Jacinto Choza publicó un pequeño ensayo bajo el atractivo título de “ELOGIO DE LOS GRANDES SINVERGÜENZAS”. Sostiene la tesis de que nuestra época está falta de grandes sinvergüenzas. El sinvergüenza es aquel que se ríe de la gente y de lo que hace: sabe que está mal, pero como no tiene vergüenza lo sigue haciendo. La experiencia de los años nos enseña, que en el país de los ciegos, el sinvergüenza se descubre como tuerto y que…. hasta lo anhelamos: le queda esa mínima luz para escuchar la realidad, aguantarla y no cambiarla. Porque siempre, pero más ahora, en vez de sostener que algo está mal, se enmienda y se teoriza sobre ello hasta convertirlo en bien. Lo anterior es emblemático en el ejercicio del poder público.
Lo anterior nos viene como anillo al dedo sobre la perenne corrupción en México desde todos los tiempos, bueno, hasta el sinvergüenza de Enrique Peña nieto tuvo el “atrevimiento” de “institucionalizarla” al señalar el 8 de Septiembre de 2014 que la corrupción es cultural en México.
Y es que la realidad en nuestro país, hablar de corrupción desde que tengo uso de razón, se refiere en primer lugar al poder público, y esto viene en realidad de generación en degeneración, y es que, si recordamos desde hace 50 años en que tomó el poder Gustavo Díaz Ordaz, había tráfico de influencias y otras cosas, pero el personaje no salió con las fortunas insultantes de los últimos presidentes, es más al término de su mandato se habla de una deuda externa que rondaba sobre los 5 mil millones de dólares, (misma cantidad que Peña nieto pidió al extranjero mes a mes durante sus primeros dos años de gobierno para dejar esta asfixiante deuda actual) cuando en aquellos tiempos se cotizaban a $12.50 por cada dólar.
Se dijo en ese tiempo que el peor error de Gustavo Díaz Ordaz fue que su dedo apuntara al lambiscón Luis Echeverría Álvarez que marcó una tremenda corrupción y fue tal vez, el inicio de la gran debacle económica del país. Después de este le siguió la frivolidad y la inmensa corrupción de José López Portillo y aquellos viajes de su esposa Carmen Romano a Paris que la exhibían en sus placeres, y de la inmensa fortuna que este presidente amasó.
Y así, uno a uno ha tenido la aureola de su inmensa corrupción, Miguel de la Madrid Hurtado con una histórica inflación anualizada nunca antes vista de más del 150%. De salinas que, durante el inicio de su sexenio que, a pesar de que recompuso el país, deshaciéndose principalmente de cientos de paraestatales que venían operando con números rojos y que sostuvo los precios de las gasolinas, inclusive bajó el Impuesto al Valor Agregado del 15 al 10%, a pesar de que sostuvo la paridad del peso frente al dólar, mucho se le criticó por haberle castrado los tres ceros a nuestra moneda, por la venta de TELMEX cuyas acciones en un 15% le pertenecían al estado, por tener, se dijo, su narco favorito en Juan García Abrego, preso a cadena perpetua en USA, por Raúl su hermano incómodo y muchas cosas más, finalmente terminó su sexenio siendo el presidente más estigmatizado de la historia del México que se tenga memoria. Ernesto Zedillo y el famoso “error de Diciembre” y el amañado Fondo Bancario Para La Protección al Ahorro (FOBAPROA) que todavía estamos pagando y que dejó sumido al país al final de su sexenio, un hombre que llegó al poder debido al asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Siguieron los sexenios de los panistas Vicente Fox en donde Martita Sahagún no tuvo límites, el matrimonio se hizo de innumerables propiedades que incluyen “tamarindillos”, y hasta sus hijos echaron el gato a retozar; Felipe Calderón Hinojosa que tampoco cantó mal las rancheras y marcado por esa guerra declarada a la delincuencia, para muchos un acierto, para otros un grave error. Hasta llegar al sexenio anterior del inefable sinvergüenza de Enrique Peña Nieto y su pandilla, marcado por la corrupción como nadie más en la historia de México, esos hampones que se han retirado tranquilamente con esas inmensas fortunas que tienen muy bien guardadas con mil candados en paraísos fiscales, intocados hasta ahora, impunes vilmente. De Peña Nieto se saben tantas historias de corrupción que van desde esas cortinas de humo como son la casa blanca, Odebrecht y la estafa maestra, hasta de plano el tercer piso del edificio de PEMEX dedicado exclusivamente para “administrar” la corrupción de la paraestatal que incluía el huachicol y los embarques al extranjero del petróleo mexicano cuya documentación nunca pasaba por los registros hacendarios, y los cheques recibidos, principalmente en países europeos menos. Con Peña Nieto bien se puede escribir un manual de burda corrupción, vulgares bandidos que el gobierno actual tiene la obligación legal y moral (hablan de moralidad) de aclarar, exhibirlos y ponerlos en el lugar en donde deben de estar que no es otro que una mazmorra.
Por todo lo anterior, sin pretender justificar de ninguna manera, ¿por qué nos extraña que exhiban la actual corrupción de la autollamada cuarta transformación?
Lo que sucede es que solo los incautos y los amnésicos inducidos o naturales, los ciegos y los sordos no han querido por lustros aceptar la realidad, un Andrés Manuel López Obrador que muy astutamente siempre ha tenido y tendrá una coartada para desmarcarse de cualquier acto de corrupción que lo involucre, él pertenece a ese tipo de aves que cruzan el pantano y no se manchan. ¿Quién no recuerda a su entonces hombre fuerte René Juvenal Bejarano recibiendo fajos y fajos de billetes de manos del argentino Carlos Ahumada? ¿Quién no recuerda a su secretario de finanzas, el ludópata Gustavo Ponce Meléndez (cuando AMLO fue jefe de gobierno), apostando fuertes cantidades en Las Vegas, Nevada, a donde acudía hasta tres o cuatro días por semana, sin que su jefe se percatara? A muchos ya se les olvidó Carlos Imaz, el ex de Claudia Cheinbaum; Eva Cadena en Veracruz recibiendo dinero (aportaciones para la causa, perdón), hasta llegar Al hermano incómodo Pío López Obrador con un video igualmente recibiendo fajos de billetes provenientes presuntamente del ex gobernador Manuel Velasco; y ahora la prima “vivilla” Felipa Obrador que, a través de una organización efectuó contratos con PEMEX hasta por un monto de 345 millones de pesos hasta donde se sabe. A lo anterior como es lógico, AMLO inmediatamente se desmarcó y en una de sus innumerables contradicciones (porque de los ex presidentes, ha manifestado que “el presidente necesariamente está bien enterado, y que sabían de las corruptelas), se dijo extrañado y no conocer de este delicado asunto y dijo: “en todo caso, a quien le metieron gol fue a PEMEX por los contratos de mi prima”, jajajaja.
Por todo lo anterior: ¿Por qué nos causa extrañeza la corrupción?, extraño sería que no la hubiera.
Pero que no digan que son diferentes y que la corrupción no ha terminado como se nos dijo el pasado primero de Septiembre, (la corrupción no se termina por decreto señor presidente).
La corrupción damas y caballeros, goza de cabal salud.
ES CUANTO.
Contador y analista político
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