Rigoberto Lorence
El día 2 de diciembre de 1974, hace 46 años fue abatido Lucio Cabañas Barrientos, en un breve combate contra fuerzas del ejército librado junto a unas rocas que se encontraban a las afueras del poblado El Ototal, del municipio de Tecpan de Galeana, en el estado de Guerrero.
Culminaba así la primera fase del enfrentamiento social conocido como “Guerra Sucia”, entre fuerzas represivas del gobierno contra grupos revolucionarios tanto del campo como de la ciudad. En el caso de Lucio Cabañas, el Partido de los Pobres contaba con miles de miembros y simpatizantes a lo largo y ancho del país, tanto en centros urbanos como rurales.
En especial, simpatizaban con la lucha del PdlP numerosos grupos estudiantiles, que en varias ocasiones marcharon al grito de: “Lucio Cabañas: queremos más hazañas”, en referencia a los numerosos combates exitosos que el brazo armado del cabañismo, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA) tuvo contra las fuerzas armadas, en especial con el ejército federal.
No se trata en este texto de hacer un elogio de tales hazañas. Sería un contrasentido a la luz de los tropiezos de la vía armada; en cambio, posteriormente los grupos de izquierda han intentado con éxito la vía electoral para conseguir la implementación de diversas transformaciones en la estructura dominante del país. Eso mismo era lo que intentaba el profesor Cabañas en las condiciones terribles que imponía la vieja oligarquía autoritaria del PRI.
El profesor Cabañas era egresado de la escuela Normal Rural de Ayotzinapa, y dio clases en varios lugares del estado. En 1967 –un año antes del conflicto estudiantil del 68—un movimiento local magisterial contra la directora de una escuela primaria en Atoyac. provocó una violenta represión que trajo como resultado varios muertos y heridos tanto de maestros como de la población.
Lucio Cabañas, quien dirigía esa movilización, se vio obligado a huir y encontró refugio entre los campesinos de la Costa Grande, donde comenzó una ardua tarea de organización y politización del pueblo. Surgió así el PdlP como organización política, y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento como agrupación de elementos de lucha contra chivatos, delatores, policías y otros agentes de los caciques y de la represión.
El PdlP no solo era la organización político-militar más grande y potente de la izquierda revolucionaria en ese momento. En los hechos, se había convertido en el núcleo de aglutinación de todas las fuerzas de la izquierda mexicana. En sus reuniones de la Sierra –realizadas bajo la protección armada de la Brigada—confluían desde partidos políticos –el PCM, por ejemplo—sindicatos (Movimiento Revolucionario del Magisterio) y las agrupaciones de la más variada estirpe, democrática o revolucionaria, incluyendo el embrión de lo que después sería la Liga Comunista 23 de septiembre (LC23).
Con relación al programa político, el PdlP no sostenía un proyecto socialista, sino democrático-popular. Esta es una diferencia básica, porque Lucio sostenía la lucha contra “los ricos” y no contra la burguesía, y en favor de “los pobres” y no del proletariado. No incluía el “derrocamiento del Estado” sino la lucha por la democracia del pueblo, entendida a la manera de la Sierra, donde las comunidades tomaban sus acuerdos mediante el libre debate de las propuestas, sin que en muchas ocasiones fuera necesaria la votación, ya que el consenso privaba en torno a los acuerdos esenciales. Una democracia comunitaria.
En este sentido, la democracia de Lucio Cabañas era esencialmente campesina, apta para comunidades abiertas, y se aplicaba entre los grupos estudiantiles y magisteriales que se agrupaban en su entorno. Difícilmente podía considerarse un proyecto nacional, con las complejidades del movimiento obrero sindical, por ejemplo, o en los debates universitarios que suelen ser muy ideologizados.
Sin embargo, el proyecto de Lucio era muy eficaz en la sierra de Atoyac. Sin citar a Mao Tse-tung, aplicaba su máxima de que una guerrilla se relaciona con la población como el pez con el agua. Mientras mantenga su contacto con la población, la guerrilla sería invencible, porque el pueblo lo puede proveer de armas, alimentos, protección, información y enlaces.
El gobierno de Luis Echeverría así lo entendió, y procedió sin miramientos a exterminar a la población. Literalmente. Lo que hicieron los elementos represivos fue “vaciar la pecera”. Fue una guerra genocida donde lo importante era aniquilar físicamente a los pueblos, sin necesidad de encerrarlos en campos de concentración. Tal como sucedía en esa época en la guerra de Vietnam.
Las fuerzas represivas del gobierno destruyeron e incendiaron pueblos enteros y se llevaron en masa a la población. Bloquearon el libre movimiento de los hombres jóvenes, y por lo mismo prohibieron el trabajo agrícola en el campo. Mataron el ganado y destruyeron las cosechas. Incendiaron aldeas, y encerraron a los hombres en el Campo Militar Número 1. Hambre, muerte y desolación fueron los pilares de la respuesta gubernamental.
Los autores materiales e intelectuales de estos crímenes de lesa humanidad nunca fueron juzgados. Ni el presidente de la República ni el general secretario de la Defensa. Los generales Francisco Quirós Hermosillo y Mario Arturo Acosta Chaparro fueron elevados después del conflicto a puestos burocráticos y premiados con ascensos.
Posteriormente Quirós Hermosillo murió de cáncer y Acosta Chaparro fue asesinado en una calle de la Ciudad de México. El gobierno los había juzgado por corruptos y por sus negocios con el narco, pero no por sus crímenes de guerra.
Otro de los resultados de esta guerra fue que la población mexicana no apoyó la violencia en posteriores episodios. Básicamente, porque nunca hubo en México una organización con capacidad para coordinar la batalla en diversas regiones. Mientras en Guerrero la lucha armada incendiaba las montañas, en otras regiones del país la población disfrutaba de una especie de paz armada.
Pero nunca hubo sincronización de acciones, en un país de 2 millones de kilómetros cuadrados, con múltiples grados de desarrollo, variadas culturas, y con costumbres por completo disímbolas entre las diversas regiones. Fue un enfrentamiento muy desigual.
La experiencia generada por la acción que dirigió el profesor Lucio Cabañas está lejos de haber sido asimilada. Esta es una pequeña aportación para una mejor comprensión de sus motivos, así como de la época que le tocó vivir, en la que dejó la huella de su inteligencia, sencillez, coraje y valor a toda prueba.
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.
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