Gerardo Fernández Casanova
La Caravana Hondureña, en realidad un verdadero éxodo, responde a las condiciones de violencia y cancelación de expectativas para la población de ese país hermano. Es, sin duda, el ejercicio del inalienable derecho humano a la vida digna, con mérito a su absoluto respeto. Este es el aspecto esencial y sustantivo del fenómeno y no permite mayor discusión. Lo que en estas líneas pretendo analizar por parecerme importante es el accidente, es decir las formas en que está envuelto, que colocan a México, como país de tránsito, en un tremendo brete y que es preciso intentar su comprensión.
1.- Caracterización.- Según declaran sus voceros se trata de una movilización autoconvocada por medio de las redes sociales de internet. Seguramente esto explica que la composición sociocultural general (como puede apreciarse en todas las imágenes difundidas) sea de clase media baja; no hay población de extrema pobreza. A este tipo de convocatoria se han sumado importantes grupos de salvadoreños y guatemaltecos de igual condición social, pero no de Nicaragua, país que vive una supuesta insurgencia popular contra el régimen de Daniel Ortega (ignoro la causa pero es un punto a observar con mayor detenimiento posterior). No es pues un grupo humano con hambre y extrema pobreza, sino una que padece el robo del producto de su trabajo y la muerte en caso de resistencia.
2.- Política.- Vale hacer la observación de que Honduras vive bajo un régimen espurio y corrupto, neoliberal y proyanqui, resultante de un proceso fraudulento por el que fue reelecto un presidente lacayo de la oligarquía que derrocó a Manuel Zelaya mediante golpe legislativo al estilo del caso Lugo en Paraguay y de Dilma en Brasil. Tampoco debe soslayarse que Honduras ha sido el punto estratégico empleado por los Estados Unidos para controlar toda la política en el istmo como sede de la contra guerrilla de los años 80 y contra la Revolución Sandinista de Nicaragua.
3.- Geopolítica.- El fenómeno de la caravana sucede en momentos significativos de la política mexicana, en el proceso de transición de regímenes diferentes, con la llegada de uno de carácter popular, nacionalista y anti neoliberal, con las turbulencias propias. También pasa por la crisis de la política estadounidense con las elecciones para renovar el poder legislativo en puerta, con Trump empleando el tema migratorio como ariete para atacar a los demócratas como laxos ante el problema, muy desesperado ante su muy esperado fracaso que pondría al magnate en la raya de la defenestración. Una lectura muy especulativa y aventurada me dice que el beneficiario (y posible auspiciador) de la crisis provocada por la caravana, desde el punto de vista político, se llama Donald Trump, que al exacerbar el conflicto refuerza su base electoral xenófoba y racista; además de presionar al gobierno de México para que asuma el buscado rol de tercer país protector de la frontera gringa. Me llama poderosamente la atención un video confiable que muestra las filas de caravaneros, en San Pedro Sula, recibiendo dinero para emprender el éxodo. El tufo no es precisamente a filantropía ni a auto convocatoria simple sino a una poderosa manipulación. Que conste que advertí de ser mi muy personal especulación que no he encontrado en ningún otro analista.
En estas circunstancias, el Presidente Electo de México anuncia que dará visas de trabajo a los migrantes en una maniobra audaz para procesar el conflicto con Trump y para honrar el respeto a los derechos humanos que exigimos para nuestros migrantes en Estados Unidos. Es una expresión de congruencia con la postura asumida ante el problema migratorio, basada en la intensificación del apoyo al mejoramiento de la economía y la seguridad en nuestros países. Desde luego, el anuncio produjo la andanada de aversión de los de siempre, aunque agregada por la opinión honesta en contrario de quienes advierten sobre el problema de desempleo que se padece en el país. A estos últimos vale la pena argumentar que se trata de una estrategia de congruencia, no sólo con el respeto a los derechos humanos, sino en el afán de llevar al gobierno norteamericano (en gran medida responsable de la pobreza en nuestros países) a responder con acciones eficaces para detonar el desarrollo y la generación de empleos en la región, que es la única verdadera solución al conflicto de la migración. Ni muros ni gendarmes, menos soldados, podrán parar la avalancha si el hambre persiste. De todos modos, los hondureños sueltos o en caravana llegarán a la frontera norte y, contra viento y marea, pasarán; no se quedarán en México en condiciones similares o peores de inseguridad y pobreza, de modo que no nos veremos afectados. Ojalá me explique.
PS.- NO al NAIM y un millón de veces NO a Bolsonaro.
gerdez777@gmail.com
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