La Ciencia, otro brazo de poder

 

 

Silvia Chávez Manilla

 

 

La lectura Masticando el introyecto de ciencia, Carreón Borja (2015), realiza un recorrido por la historia del concepto ciencia. Una ruta que nos lleva a cuestionarnos el motivo por el cual este modelo positivista subestima al resto. En lo personal, eso me venía incomodando desde tiempo atrás y se enfatizó cuando se desbocó el tema de las vacunas por Covid y que gran parte de la humanidad se vio obiligada a inyectarse una sustacia sin objeción de por medio. Todo porque los científicos y las autoridades así lo determinaron.

 

Carreón pregunta: “¿Cómo la ciencia ha llegado a tener tal poder en nuestra sociedad?” (2015, p. 131). Mi conclusión —como menciona—, se ha beneficiado del contexto, de unos “políticos” (las comillas son mías) ambiciosos que se percataron de lo fructíferas que serían sus ganancias si apoyaban un método que permitía que el control se distribuyera entre unos cuantos. Vuelvo al mismo ejemplo: ¿A cuánto ascendieron las ganancias por la venta de las vacunas? ¿A qué laboratorios pertenecían las mejor acogidas? ¿Qué países las patrocinaron?

 

La actual sociedad (a nivel mundial) ha sido engendrada por un grupo con intereses particulares que propiciaron separatismo entre mente y cuerpo. Carreón señala “nos desresponsabilizan de nuestra existencia individual y social, y nos dejan a merced de la voluntad de otros”. Así, han casi aniquilado el espíritu de las personas (la fuerza interior, el sentido de actuar); además de pasar por encima de otras especies para posicionar su verdad.

 

Al parecer, el positivismo científico tampoco se salvó de la mano negra de la ambición y lo que puedo ser utilizado para el desarrollo Universal lo convirtieron en un brazo particular para ejercer el poder y hacer menos a otras fuentes de conocimiento (menos convenientes). De tal forma que aún, en nuestros días, un resultado extraído de laboratorio tiene más validez que la sensación corporal de una persona.

 

También es de considerar que nos han venido con el cuento de que la ciencia sigue un método, que  éste se sigue al pie de la letra y de ahí es que la venden como lo ultra plus; sin embargo dejan de lado que muchas de las veces los del laboratorio se han saltado las reglas para llegar al objetivo, que han tenido que utilizar su imaginación y que muchas veces llegan por suerte a encontrar la “fórmula”.

 

El artículo de Carreón, da su lugar a las menospreciadas ciencias —las humanas—, aquellas que bien pueden servir para promover la paz, la salud sin medicamentos farmacéuticos (lo cual económicamente no conviene), y resalta lo siguiente:

  1. El método científico es para las ciencias naturales, no para las ciencias sociales.

  2. En las ciencias humanas, no hay verdades absolutas. Existe la subjetividad e intersubjetividad.

  3. Las ciencias exactas buscan llegar al mismo resultado. Las humanidades estudian la singularidad del fenómeno.

  4. “A la naturaleza la explicamos, al espíritu lo comprendemos” (Dilthey)*.

  5. Las reglas existen, siempre y cuando entre el punto A y B no se interponga una eventualidad.

  6. Reconocer la imaginación como un elemento básico en una investigación.

Con lo anterior, quiero extender mi reconociento a todas esas personas que hacen ciencia fuera de un laboratorio, sino en el ámbito social, como los antropólogos, sociológos, historiadores y a terapéutas gestalt que no usamos bata, pero que contribuimos a la paz mental de las personas y promovemos relaciones sanas con ellos y su contexto.

 

 

Referencias

– Carreón Borja, J.A. (2015). Masticando el introyecto de la ciencia. En Figura Fondo Edición Especial 5.

*Dilthey, Wilhelm: Filósofo, historiador, sociólogo, psicólogo y estudioso de la hermenéutica alemán.

 

 

Sobre Silvia Chávez Manilla 15 artículos
Licenciada en periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, posgrado en psicoterapia Gestalt Relacional por el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt y formación en Grupos Terapéuticos por el Círculo de Estudios en Terapia Existencial.

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