Gerardo Fernández Casanova
En esta tercera entrega me referiré a la ignorancia y a su hermana gemela la miseria, como factores de distorsión del sistema de la democracia electoral o representativa. Están frescos, por recientes, los putrefactos resultados de la elección de gobernador del Estado de México; según datos oficiales, el PRI obtuvo su mayor votación en las zonas marginadas, en las que se registran diversos fenómenos concurrentes: la compra indiscriminada de votos y el empleo de los llamados programas sociales como instrumento de presión para favorecer el voto oficialista, acompañados de la muy poderosa fórmula del fraude directo facilitado por la escasa capacidad ciudadana para vigilar y cuidar las votaciones, presionada por el aparato priísta formado por viejos lobos de mar expertos en eso de trucar la voluntad popular. Es de sorprenderse que, aún con todas esas triquiñuelas, el candidato de Peña Nieto apenas supere con dos o tres supuestos puntos porcentuales a la candidata de MORENA, cacaraqueados por los medios de desinformación oficialista, como un “gran triunfo de la democracia”. Fue una elección de Estado, pero de un Estado en plena descomposición, cada vez más lejos de ser representativo y más cerca de la tiranía encubierta por toda la parafernalia de la manipulación sicológica propia de las dictaduras.
En este estado de cosas, la miseria y la ignorancia son funcionales a quienes, desde el poder, practican con tino el proceso de empobrecer a la población y reducir la atención educativa para contar con una cuantiosa captación de votos comprados. Así está diseñado desde cuando el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional impusieron, mediante las reestructuraciones de la deuda externa, el modelo neoliberal y la dictadura del mercado. Sabedores de que las medidas recetadas causarían impacto negativo en la población inventaron lo que llamaron subsidios focalizados, el Programa de Solidaridad para el caso mexicano y sus secuelas sexenales, que cambian de nombre pero no de su finalidad controladora y desmovilizadora. Se registraron protestas en toda América Latina sin que ello modificase la decisión impuesta, salvo en el caso de Venezuela en que la protesta alcanzó niveles de motín y tuvo que ser cruentamente reprimida, el Caracazo, que a los pocos años dio lugar a una verdadera rebelión pacífica que llevó a Hugo Chávez a la presidencia por la vía electoral y, a partir de ello, la secuela de gobiernos populares que optaron por abandonar el modelo y sacudirse del llamado Consenso de Washington. Desde luego que México siguió su camino a contrapelo de la historia y de la heredad común latinoamericana.
En estas condiciones de distorsión, la democracia electoral mexicana resulta ser una falacia, al grado de que es cada vez mayor el desencanto social respecto de ella; la enorme mayoría de la gente dice no sentirse representada en ninguno de los poderes y los niveles de gobierno, lo cual constituye la mayor aberración de una forma de democracia que dice ser representativa.
Es una paradoja que al terminar el siglo pasado e inaugurarnos como ciudadanos de un régimen democrático, no pasaron ni siquiera seis años para que ese logro histórico se cayera estrepitosamente. Vicente Fox traicionó a su propio partido que durante 60 años había bregado para transitar de un régimen de partido casi único a uno con plena competencia democrática. Su incapacidad o su falta de voluntad para conducir el nuevo estado de cosas derivó en el intento de desafuero a López Obrador y, finalmente, al retorno de la vía del fraude para cerrar el paso a la voluntad popular que pretendió transformar al país. Otros seis años de errores y una fatídica cuan estúpida guerra contra el narcotráfico, derivaron en la frustración de abrir nuevamente la puerta al PRI, supuestamente renovado y depurado, con el resultado que hoy padecemos: la corrupción generalizada, la entrega de los recursos del país a particulares, principalmente extranjeros y el incremento de la pobreza y la desigualdad.
Ya es hora de que tiremos por el caño a la sarta de tecnócratas corruptos que han envilecido la política; ya es hora de que los mexicanos demos el golpe de timón y dotemos a la política de su real significado y hagamos de las instituciones los instrumentos para asegurar el bienestar de la población. MORENA es la esperanza.
gerdez777@gmail.com
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