Gerardo Fernández Casanova
Cualquier cosa que diga en relación a Fidel Castro Ruz y en su memoria corre el riesgo de caer en la categoría de simple lugar común. Son multitud los artículos de opinión que hacen el elogio al heroísmo personificado en el desaparecido dirigente. Desde luego comparto el dolor por su partida, lo siento desde cuando su enfermedad lo hizo retirarse de la dirección del gobierno y del partido, con el alivio entonces de sus frecuentes reflexiones siempre construyendo y aportando a la defensa de la humanidad. Estoy cierto de que en todo momento Fidel hizo honor a su nombre y fue fiel a sus principios y a su profunda vocación de servicio, en primera instancia a su pueblo, pero siempre universal.
Castro fue un virtuoso de la política, no de la que ejercen los mercenarios de la corrupción y la demagogia, sino de la que se asienta en principios y valores morales y que adquiere significado como virtud; de entre todos ellos destaco, como el que en mayor grado me impactó, la dignidad. Tengo fija en la mente la figura del maestro que, con fogosa oratoria y el dedo pulgar alzado a la altura de la ceja, nos entrega una cátedra de dignidad. “La dignitat” como para subrayarla la pronunciaba. La llamo insólita por ser un valor perdido o en peligro de serlo, entre el mundo de la política y en la política del mundo. La dignidad de quienes en la América del siglo XIX decidieron romper la dependencia colonial del Imperio Español, que murieron en el intento y que, en la mayoría de los casos, fueron reemplazados por quienes simplemente lo cambiaron por el colonialismo económico del Imperio Británico y el, entonces en ciernes, norteamericano.
El pueblo cubano se nutrió de dignidad, no obstante ser el último bastión de España en América, ilustrado por sus héroes y sus luchas durante casi todo ese siglo, subrayadamente la del prócer de la dignidad patria: José Martí. Fidel la reforzó con su discurso y con su ejemplo; de la dignidad personal ejercida desde sus primeros años hasta la ejercida en la conducción de la nación caribeña y proyectada para la América Nuestra y el mundo entero.
La mayoría del pueblo cubano, ese que ha resistido las penurias del bloqueo económico y lo hicieron fracasar en el intento de doblegarlo por hambre, se nutrió de dignidad y palió su hambre. La dignidad no se come, pero la comida indigna indigesta y prostituye. Sin la dignidad del pueblo cubano no se pudiera entender la permanencia del régimen, por algunos llamado dictatorial. Es un pueblo mayoritariamente imbuido en el afán de ser independiente, no por un capricho del dirigente político carismático, sino como respuesta de una historia acumulada de agravios imperiales; la Enmienda Platt en reemplazo de la corona española; el reducto de la mafia casinera y prostibularia yanqui que se fincó en la isla con absoluta libertad, la esclavitud en las plantaciones azucareras, entre muchos otros agravios. De ahí que la dignidad fuese un tema de fácil comprensión en el imaginario popular.
Dignidad entregó Fidel a los pueblos de África en su lucha emancipadora, funcionando como el ariete que terminó con el apartheid y la liberación del otro grande de la dignidad: Nelson Mandela. Dignidad recomendó Fidel a los pueblos y los gobiernos latinoamericanos para hacer frente común ante la ominosa deuda externa; el 3 de agosto de 1985, en reunión internacional por él convocada para tratar el tema dijo:”…a menos que los gobiernos actuaran conjuntamente y atacaran el problema en sus causas de fondo, la deuda externa que las naciones latinoamericanas habían contraído con instituciones financieras norteamericanas, se convertiría en una hipoteca eterna, impagable e incobrable. …..es impagable por razones matemáticas, no implica un juicio moral o legal o político…. pero afirmamos que es un imposible político… los gobiernos no están en condiciones de aplicar esas medidas de alto costo social del FMI, en ninguno, ni a sangre ni a fuego podrán hacerlo”. Lamentablemente los gobiernos destinatarios de la recomendación carecían de ese ingrediente de dignidad necesario para responder afirmativamente y así el neoliberalismo impuesto en las renegociaciones de la deuda hundió sus puñales en nuestros países, hasta la irrupción de la oleada de gobiernos populares que marcó la primera década del siglo XXI en varias naciones del subcontinente, con la Venezuela de Hugo Chávez en la vanguardia, hoy amenazada por la mano imperial y su guerra de propaganda.
Ahí queda viva tu semilla Comandante. ¡Hasta la Victoria siempre! ¡Venceremos!
gerdez999@gmail.com
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