LA MADRE DE TODAS LAS CORRUPCIONES

 

Gerardo Fernández Casanova

La corrupción se ejerce desde el poder (Perogrullo dixit) o en sus cercanías de familia, compadrazgos y amistades, lo que implica la ardua tarea de acceder al poder para que el negocio funcione. Por tal razón el primer paso hacia la oportunidad de enriquecimiento tiene que ver con los procesos electorales, en los que se invierten ríos de dinero que, de ganar, se convertirán en mares de recursos para el enriquecimiento desaforado. Hay que reconocerle a los que participan que son en extremo valientes para emprender una actividad de gran riesgo financiero, con posibilidad de perder, en el sentido de que no puedan alcanzar el nivel de poder que permita la recuperación y las utilidades pingües de su inversión.

 

En la jugada los hay que juegan a ganar todo y los que se conforman con una participación en el pastel que, por cierto, es lo bastante grande como para satisfacer los diversos grados de inversión. Por ejemplo, entre mayor votación se logre mayores son las prerrogativas en numerario que los partidos reciben, cuyo destino prostituido no es otro que gozar de excelentes salarios en los puestos partidarios y, desde luego, en las curules y escaños que logren alcanzar con la votación recibida.

 

La fórmula es más que conocida, por un lado la multimillonaria inversión en propaganda; espectaculares, pendones, culos de camión con la efigie del candidato; entrevistas a modo en los principales medios de comunicación, que incluye la onerosísima asesoría de imagen realizada por empresas especializadas que hacen que el más burro aparezca hasta con doctorados. Por el otro y de mucho mayor gravedad es la compra del voto y, con frecuencia su coacción; en los barrios y comunidades lo primero que preguntan los convocados es sobre lo que el candidato en cuestión viene a entregar en materia de artículos utilitarios de todo tipo e, incluso, por el monto con que el voto será expensado; por esta vía se derrama un enorme caudal de recursos de difícil fiscalización.

 

La más estricta de las leyes para sanear tales procesos se enfrenta con sus operadores, igualmente involucrados en el negocio, sea por que fueron designados por reparto de cuotas o porque así garantizan su permanencia en posiciones sobre pagadas, con bonos y prebendas muy superiores a la de un profesionista normal y honesto.

 

De esta forma la lucha es por demás desigual entre los diferentes niveles de disponibilidades de recursos, no se diga si el postulado del extraño candidato es la honradez y se comporta con plena honestidad y cifra su campaña en el convencimiento simple de la gente por el bien del país.

 

No basta el discurso y el antecedente de honestidad del candidato, hace falta una muy vigorosa acción educativa y concientizadora para contrarrestar la venta del voto, cuanto más si las condiciones de pobreza hacen que una despensa ofrezca unos momentos de bienestar, aunque el resto del tiempo se regrese a la misma o peor miseria, “al fin -dirían muchos- que así es la vida real”.

 

La campaña a ras de suelo de quienes luchan por la honestidad no puede limitarse al discurso, por muy convincente que sea, es preciso realizar las asambleas que sean talleres de autodiagnóstico de la realidad de cada comunidad para que, por sí misma, la agente concluya que su alternativa es rechazar la compra y la coacción del voto, para entonces entregarlo a quien verdaderamente represente una oportunidad para mejorar su condición de dignidad y de bienestar.

 

Es tarea titánica pero indispensable. Es preciso formar el poder popular soberano.

 

gerdez777@gmail.com

 

 

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