LÓPEZ OBRADOR, PRESIDENTE ELECTO

 

 

 

 

Gerardo Fernández Casanova

En tiempo y forma el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dictaminó la validez de la elección del pasado 1 de julio y entregó la constancia que declara a Andrés Manuel López Obrador Presidente Electo de los Estados Unidos Mexicanos. La formalidad no sustituye, sino que da sustancia, a la decisión de la abrumadora mayoría del Pueblo (así, con mayúscula) de México por emprender un nuevo y diferente rumbo para la Nación; agotado y fracasado el seguido durante los últimos treinta años bajo los cánones del modelo neoliberal impuesto (jamás votado) y su secuela de entrega de los recursos de todos los mexicanos a los particulares nacionales y, principalmente, extranjeros; modelo que, además de prohijar la más aberrante desigualdad, fue causa de la violencia y la inseguridad, de la corrupción y la impunidad, así como del deterioro profundo de la amalgama de la sociedad que es la Nación.

 

El explosivo júbilo de la noche del 1 de julio ha tenido casi cuarenta días para irse decantando para convertirse en dinámica de refundación y regeneración de la vida nacional. Sin dar tregua ni descanso a su afán transformador, el ahora Presidente Electo comenzó a ejercer el mandato recibido y a estructurar un gobierno que llegará al 1 de diciembre, en que asuma el cargo, con un buen trecho recorrido que permita que el cambio formal no signifique un paro en la acción de gobierno.

 

El discurso del acto de confirmación es el mismo que ha caracterizado a López Obrador durante toda su trayectoria política; la coherencia sostenida durante más de treinta años de vida política, incluso de cuando fue presidente del PRI en Tabasco, habla de la solidez de su integridad, de su forma de privilegiar a la verdad sobre cualquier sombra de demagogia; confirma su estricto respeto a la democracia y al estado de derecho, aún en circunstancias en que éstos han sido violentados en contra suya que, aún con enérgicas movilizaciones de protesta y de exigencia del respeto a la legalidad, jamás acudió a la violencia como respuesta a la que contra él se aplicaba.

 

Creo firmemente que en esta consistencia política radica la razón del desbordamiento de la voluntad popular que lo llevó finalmente al triunfo electoral. Una vida política y personal normada por valores positivos de honestidad, honorabilidad, dignidad, patriotismo, solidaridad, anhelo de justicia y, concomitantemente, de modestia y desapego a la fatuidad y la riqueza material. Su andar de pueblo en pueblo, de barrio en barrio, en contacto con la gente, pudo por fin vencer a los poderes que lo atacaron con toda su capacidad, empleando desde los más burdos hasta los más sutiles instrumentos de manipulación de las conciencias, de tergiversación de la verdad e, incluso, de la violencia física de la cual hablan muchos que quedaron en el camino. No obstante ello, Andrés Manuel llega con la plena condición de no perder el tiempo en la venganza, animado de un terco afán de pacificación y de serenar a un país envuelto en la violencia y en la autodestrucción; muchos le exigimos aplastar al poder derrotado y castigar ejemplarmente a quienes dañaron al país, pero él no cae en la tentación; prefiere y privilegia el amor y la paz necesarios para la regeneración y la transformación de la realidad, para lo cual cuenta con un tiempo perentorio de tres años, dada su decisión de someterse a la posibilidad de revocación del mandato a mitad del sexenio; no quiere desgastar energía en revanchas estériles; que los poderes legislativo y judicial hagan soberanamente sus respectivos roles, en esta y en todas las materias.

 

En México el presidente es el mayor educador del país; su presencia mediática es abrumadora, su palabra y su manera de actuar trascienden y rebasan a cualesquiera otras formas de educación; puede ser, como ha sido, una enseñanza de la estulticia y la corrupción o puede ser modelo de valores y normas de vida honesta. Puede, por ejemplo, ser modelo para la dignidad, en principio la personal, pero en suma la de la Nación toda, que es algo que nos va a ser de enorme importancia para resistir lo que, aunque no lo queramos va a llegar, que es la reacción de los privilegios afectados y su consabido apoyo exterior. Tendremos que resistir y sólo la dignidad podrá  salvarnos.

 

 

gerdez777@gmail.com

 

 

 

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