Los aranceles van

 

 

Jorge Ikeda

No hay ninguna acción que el gobierno de Claudia Sheinbaum pueda emprender para evitar la implementación de los aranceles impuestos por Donald Trump. Su entrada en vigor se ha retrasado únicamente porque la administración de Trump está evaluando los sectores económicos que se verán más afectados y diseñando estrategias para mitigar el impacto negativo. Esta preocupación es aún más relevante si México y Canadá deciden responder con represalias, incrementando a su vez los aranceles a productos estadounidenses.

 

El economista Christopher Clarke señala que la imposición de estos aranceles no guarda relación alguna con la crisis del fentanilo. Un ejemplo ilustrativo es el caso de Canadá: solo 19 kilos de fentanilo han sido incautados provenientes de ese país, en contraste con las 9.5 toneladas decomisadas de cargamentos procedentes de México. Además, resulta contradictorio que Estados Unidos imponga tarifas más altas a Canadá que a China, a pesar de que su déficit comercial con esta última nación es significativamente mayor.

 

Trump persigue tres objetivos principales con la implementación de estos aranceles. Primero, aumentar la recaudación fiscal y reducir el déficit. En términos prácticos, un incremento en los aranceles equivale a un aumento de impuestos, aunque con un límite. Si las tarifas son demasiado elevadas, las importaciones disminuyen, reduciendo la base impositiva. Un estudio publicado en 2022 estima que los aranceles pueden sustituir hasta un 8 % de los ingresos fiscales; sin embargo, cuando los países afectados responden con represalias, este porcentaje se reduce a un 3 %, y en ese escenario, el PIB de Estados Unidos sufriría una contracción del 3.5 %.

 

El segundo objetivo es la protección de la industria nacional. Con el fin de favorecer a empresas como Ford y General Motors, Estados Unidos ha establecido un arancel del 100 % a los automóviles fabricados en China, buscando así reducir la competencia extranjera.

 

El tercer propósito es utilizar los aranceles como herramienta de negociación. No obstante, el caso de Canadá demuestra lo ineficaz de esta estrategia: a pesar de que Canadá no ofreció concesiones adicionales a las ya pactadas, logró posponer la aplicación de los aranceles. Clarke explica que existe un dilema inherente en este enfoque: si los aranceles son bajos, generan ingresos, pero no protegen la industria; si son elevados, protegen la industria, pero reducen la recaudación. En cuanto a su efectividad como herramienta diplomática, esta depende de la credibilidad de la amenaza. Si se abusa de la táctica, como en la fábula de Pedro y el lobo, eventualmente nadie tomará en serio las advertencias.

 

Si los aranceles pueden generar tantos problemas, ¿por qué Trump insiste en aplicarlos? A pesar de las voces que auguran una crisis económica de gran magnitud, Christopher Clarke ofrece una perspectiva más matizada. Un modelo desarrollado por el Peterson Institute estima que el impacto de los aranceles en la inflación y el crecimiento del PIB estadounidense será moderado: una reducción del 4 % en el crecimiento proyectado, lo que no implica una contracción de la economía, sino un menor ritmo de expansión. Sin embargo, las economías de México y Canadá enfrentarán un impacto más severo debido a su menor tamaño y su mayor dependencia del comercio con Estados Unidos.

 

Las tarifas del 25 % para México y Canadá, y del 10 % para China, solo añadirán un 0.5 % a la inflación en Estados Unidos. Para México y Canadá, en cambio, el incremento en los precios oscilará entre el 1.5 % y el 2 %. Con un crecimiento estimado del 3 %, Clarke sostiene que existe margen para la imposición de aranceles sin que la economía estadounidense caiga en recesión.

 

A pesar de estas consideraciones económicas, Trump seguirá adelante con los aranceles por razones políticas. Esta estrategia se asemeja a la de Andrés Manuel López Obrador, quien tomó decisiones altamente cuestionables, como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, la construcción del Tren Maya o la creación de la Megafarmacia, no por su viabilidad económica, sino porque le permitían polarizar a la sociedad y fortalecer el apoyo de su base política, beneficiando al mismo tiempo a su círculo cercano con contratos millonarios. Sin el factor de corrupción, Trump logra un efecto similar con su política arancelaria.

 

Es crucial considerar también las consecuencias imprevistas de estas medidas. Trump ha demostrado ser un adversario de las energías limpias: retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París y eliminó incentivos para la compra de vehículos eléctricos, favoreciendo a la industria petrolera y a los fabricantes de automóviles con motores de combustión interna. Paradójicamente, los aranceles podrían generar un efecto contrario al deseado por Trump: una economía más lenta implica menor producción y, por ende, menos contaminación. Un menor comercio internacional también reduce la huella de carbono global. Se estima que se necesitarían aproximadamente diez recesiones del tamaño de la provocada por la pandemia de COVID-19 para revertir el daño ambiental y garantizar la sostenibilidad del planeta. Irónicamente, al desacelerar la economía, Trump podría estar contribuyendo sin proponérselo a la reducción de emisiones contaminantes.

 

Sobre Jorge Ikeda 74 artículos
Jorge Ikeda es licenciado en relaciones internacionales por el ITAM, licenciado en derecho por la UNAM, ingeniero en desarrollo de software por la UNAD, maestro en ciencias políticas y sociales por el CIDHEM y doctor en derecho también por el CIDHEM. Es profesor de asignatura en la Universidad La Salle Cuernavaca, A.C.

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