J. Rigoberto Lorence
Aunque el mundo que construyó tiembla y se desmorona a su alrededor, el expresidente Enrique Peña Nieto sigue apareciendo ante cierto público como tierno acompañante de su novia Tania Ruiz, en paseos por Bruselas o Madrid, o bien cenando disfrazado en restaurantes de lujo de Nueva York, para solaz y esparcimiento de las revistas del corazón que habitualmente le dedican espacios.
Pero tanto desparpajo e inconsciencia es solo externa, solo aparente. En el fondo se trata de una estrategia de distracción empleada por EPN para dar la nota, que al ser recogida por las revistas rosas, adquiere doble o triple efecto en algunos sectores de opinión.
Las revistas del corazón tienen un tiraje masivo, que algunos analistas han calculado es cuatro o cinco veces más amplio que las revistas “serias”. Cuando algún personaje de la política hace uso de ellas –por el motivo que sea—lo hace a sabiendas de que la nota será más relevante por el medio donde aparezca que por su contenido real. Son tiros que se lanzan para realizar carambolas de 3 bandas.
Tal estrategia le ha resultado productiva a EPN. Ha conseguido plenamente su objetivo: distraer, poner énfasis en lo trivial y alejar la atención del público de los temas realmente importantes: la corrupción de su gobierno, la complicidad con los empresarios, etc.
Estas estrategias tienen un lado débil, sin embargo. Al no mandar ningún mensaje de aliento a sus colaboradores hoy perseguidos, al no defenderlos para nada, está enviando el mensaje implícito de que lo único importante es salvar su propia figura, y que cada quien se rasque con sus propias uñas, porque él abrió a sus funcionarios las arcas del país y ellos tomaron de ahí lo que quisieron, por lo que hoy les sobran recursos para financiar ampliamente su defensa.
Estas estrategias se le pueden revertir a EPN en un futuro no muy lejano. Es evidente que el primer círculo del actual gobierno federal tiene un programa de denuncias, investigaciones y consignaciones que están afectando a todo el primer círculo peñista, de modo que todos los caminos de las investigaciones por corrupción conducen a Peña Nieto. En lógica jurídica, esto es insalvable. Nadie lo puede detener.
La estrategia del gobierno obradorista más bien parece diseñada para dar una batalla de cerco y desgaste contra EPN, que un asalto frontal contra su figura, sus posiciones e intereses. Va a llegar un momento en que el cerco esté tan estrecho que no se pudiera hacer otra cosa que citarlo a declarar ante un juez directamente, bien como testigo, bien como indiciado. Y este momento va a llegar pronto, y no se relaciona tanto con la intensidad del cerco sino con una correlación de fuerzas cada vez más favorable al régimen de AMLO.
Todos los presidentes de este país han roto con sus antecesores. Echeverría rompió con GDO; López Portillo rompió con Echeverría y lo mandó de embajador a las islas Fidji; De la Madrid rompió con López Portillo y revirtió la nacionalización bancaria; Salinas hizo lo propio con de la Madrid y aceleró el proceso de privatización de las empresas públicas, y finalmente Zedillo rompió con Salinas, lo obligó a exiliarse y finalmente le encarceló al hermano “incómodo”.
La única transición “tersa” fue de Zedillo a Fox, ya bajo el régimen panista, pero Calderón rompió violentamente con Fox y lo alejó de todo cargo público. EPN trató durante su gobierno de hacer una coalición con los restos del panismo y del PRD en su llamado Pacto por México, pero este comenzó a hacer agua desde los primeros momentos. Finalmente, la ruptura con el peñismo que dio amplios dividendos políticos a la izquierda fue la salida de AMLO del PRD y la fundación de Morena, partido por completo contrapuesto al programa neoliberal.
La tregua que AMLO dio supuestamente al régimen de EPN, si hubiera existido, es forzosamente pasajera y temporal. Cuando las investigaciones avancen, y los costos políticos de una tregua ya sean excesivos para el régimen actual, desde las alturas vendrá la orden de procesar a la cabeza del gobierno anterior, para que responda por los delitos cometidos al frente de la administración pública federal.
De nada valdrá, entonces, que EPN sea popular entre los lectores y lectoras de las revistas color de rosa, ni que haya consolidado una buena fama de galán entre las señoras acomodadas. Tendrá que venir a responder ante un juzgado, o imitar a Emilio Lozoya, esto es huir, esconderse y defenderse a través de sus abogados.
Porque en materia de investigación de la corrupción, hay una lógica inexorable que convierte en inevitable el desenlace que aquí describimos. Si no, al tiempo…
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.
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