José Luis Urióstegui Salgado
Cuernavaca, Morelos, agosto 23 de 2015.
Esta semana el PRI y el PAN renovaron sus dirigencias nacionales, en el primero designaron a Manlio Fabio Beltrones, un político que rebasa los sesenta años de edad y cuenta con una larga carrera en política y servicio público destacando como gobernador de Sonora, Senador y Diputado Federal en varias ocasiones, entre otros cargos, habiendo expresado su interés por ser candidato a la presidencia de la república en la elección anterior, cuando arrasó Enrique Peña Nieto. Por su parte Ricardo Anaya, originario de Querétaro, un político de treinta y cinco años de edad, abogado con maestría en derecho fiscal, que ha desempeñado cargos dentro de la administración de su estado natal y ha sido diputado local y federal y fue subsecretario de turismo en el gobierno de Felipe Calderón. Ambos cuentan con el respaldo mayoritario de sus respectivos correligionarios.
Por su parte, el PRD ha entrado en una lucha intestina generada por su actual dirigente, Carlos Navarrete, quien después de la debacle electoral sufrida en la mayor parte de los estados y, sobre todo, en el Distrito Federa, decidió convocar a una convención para determinar el nuevo rumbo del partido, poniendo en la mesa su renuncia y la de todos los integrantes del actual comité nacional, la cual fue aceptada por unanimidad. El planteamiento de Navarrete para el cambio de dirigencia no es negativo, al contrario, la posibilidad de lograr un cambio generacional es vital para que este instituto político retome aire y continúe presente ante el crecimiento inusitado de MORENA. En septiembre se decidirá quién sustituirá a Navarrete y se han apuntado para ello varios líderes que no aportan mucho más que su interés de estar presentes y ser tomados en cuenta para algo, lo que sea. En este caso la persona de Armando Ríos Piter, de cuarenta y dos años, actual senador por Guerrero, destaca sobre otras debido a su edad, preparación y experiencia en servicio público, tiene tres maestrías en áreas diversas y ha trabajado en el gobierno de su estado y en el gobierno federal, contando con la simpatía de muchos afiliados.
Esta pequeña semblanza de quienes recientemente han sido elegidos y de otro que podría serlo, sirve como indicio para anticipar qué se puede esperar de cada partido hacia las próximas elecciones. En el PRI, un líder que no forma parte del grupo del Presidente, que ha vivido las mejores épocas de su partido y aspira a mantenerlo en el poder para también materializar sus propias aspiraciones presidenciales; en el PAN un hombre joven con buena presencia y discurso, bien estructurado intelectualmente que ha sido una revelación para su propio partido al que habrá de proyectar hacia generaciones más jóvenes interesadas en política; y en el PRD, aun sin decisiones, pero que desea transformarse desde adentro proyectando a una persona más joven que logre penetrar en las nuevas generaciones mostrando un rostro diferente a los ya conocidos que han ejercido un cacicazgo desde su creación.
Los cambios de dirigencia impactarán en la sociedad. Los rostros hablan por sí solos y la sociedad espera que atrás de ellos se encuentren buenas ideas y propuestas, mejores proyectos y soluciones a los problemas que México padece. Es precisamente desde los partidos políticos donde se marca el rumbo del país, pues el presidente de la república, los gobernadores y los presidentes municipales gobiernan y administran y los senadores y diputados aprueba leyes de ingresos y presupuestos de egresos; si de ellos emanan los gobernantes, también debemos poner atención a quiénes los dirigen porque su sello personal trasciende a la vida pública a través de los candidatos propuestos para las elecciones.
Es deseable tener partidos con dirigencias fuertes, pero más deseable es que todos ellos se ocupen de proponer a las personas más preparadas, más honestas y con vocación de servicio para presentarlas a los electores y que de entre ellos se elijan a los mejores para que finalmente este país empiece a transformarse y progresar sostenidamente.
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