
ISAÍAS CANO MORALES
El dedo del dinosaurio finalmente se inclinó por el prianista José Antonio Meade Kuribreña, (no halló entre sus filas a un priista de cepa y con raigambre) para contener por la presidencia de la República, así lo dispusieron los poderosos grupos de poder político y económico que gobiernan este país. El perfil del personaje encuadra en la perspectiva de la continuidad de modelos de gobiernos del PRI y del PAN, causantes de que el país atraviese por condiciones de verdadera tragedia social y económica, padeciendo los peores lastres de su reciente historia destacando el monstruo que representa la imparable corrupción. Se diría que el Partido Revolucionario Institucional es sinónimo de los términos: corrupción e impunidad y de ser en gran medida sepulturero del estado de derecho. Los males, en términos de injusticias y sufrimientos de mayorías del pueblo mexicano se deben a gobiernos emanados del tricolor y del partido albiazul.
Esa es la encomienda que tendría J.A. Meade de llegar a ganar la presidencia: continuar ejerciendo el poder en los fétidos caños de la corrupción, así como dar continuidad a las políticas económicas y financieras, nacionales e internacionales (para lo cual es experto) las que benefician a grandes empresas y consorcios; compromisos de antemano contraídos con quienes lo han escogido como su hombre de confianza, a fin de que proteja y cubra lo hecho por Peña Nieto y despliegue las mismas políticas que han llevado al brutal empobrecimiento, desigualad pasmosa y marginación trágica, padecimientos dolorosos de millones de mexicanos. El país se halla crucificado socialmente, desangrado, destrozado, hambriento, clamando justicia y derechos elementales. El país se debate entre el crimen y la violencia, la pobreza y la miseria; la población es víctima de abusos y represión de autoridades. México se ha convertido en un país sin futuro para su niñez y juventud; las masas de trabajadores sobreviven con sueldos miserables; la carestía es atroz, los precios de los servicios y productos como son los energéticos que impone el gobierno agudizan las necesidades y desesperación de la población. El PRI, es señalado como autor principal.
El actual régimen peñista, se halla en la picota de la opinión pública, al ser visto como protector y partícipe de actos de corrupción; más de una docena de gobernadores han sido pillados en hechos de robo y rapiña, algunos en prisión, otros impunes; el enriquecimiento ilícito de gobernantes y funcionarios es noticia cotidiana; el favoritismo a empresas extranjeras cuyos proyectos en diversos rubros benefician a gobernantes y autoridades no mella sensibilidades del poder, y ante todo ello la impunidad se alza cual muro ignominioso sin que valgan señalamientos y críticas de sectores de opinión pública. Nuestras instituciones se hallan bajo el descrédito y la desconfianza ciudadana por el control que el Ejecutivo ejerce sobre ellas.
El pueblo sabe y está consciente de la clase de gobierno que representa el PRI y de lo que puede esperarse de continuar esta fuerza política al mando de la nación, cuyas riquezas petroleras se han entregado a intereses extranjeros en merma de nuestra soberanía como nación. Esta deshonesta y nada patriótica conducta de gobierno– cohonestada por incondicionales cuerpos legislativos– y la que la mayoría del pueblo mexicano condena, la llevarán sobre su conciencia mandatarios emanados del Revolucionario Institucional, cuyos orígenes y principios han sido no solo olvidados sino objeto de traición.
Todo esto y más representa J. Antonio Meade, una especie de candidato camuflado, ayer panista y hoy convertido al priismo, con tendencia derechista, sin militancia en el partido que lo postula como su candidato a la presidencia; un tecnócrata acomodaticio, conocedor y hábil en teorías económicas y financieras, elogiado por los hombres de negocios y tiburones del gran capital nacional y extranjero; fiel representante de éstos y garante de sus intereses.
Hasta antes de su destape, Meade era un hombre desconocido por mayorías, empero, ya virtual candidato presidencial del PRI, el aparato del gobierno extendido en los estados, junto a la influencia y control sobre medios de comunicación, sumado esto a la labor a cargo de grupos empresariales duchos en lo que es el markentig, en los días que corren el nombre de José Antonio Meade pronto se verá hasta en la sopa. Con todo ello el prianista ayer secretario de Hacienda de Calderón y recién de Sedesol y Hacienda de Peña, no podrá deshacerse de su imagen representativa de un PRI, sinónimo de corrupción e impunidad.
Deshilvanadas son las ideas expresadas, con lenguaje llano, concreto y directo, dibujando el panorama que está lejos de abarcar el total de una realidad de la cual millones somos testigos y víctimas.
Chay_cano@hotmail.com
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