Motivaciones
Por José Arenas Merino
Llegar al poder, tener una posición, una silla desde la cual se puedan dar órdenes y disponer de recursos, una curul, un escaño… un sitio, o un sitial. Cuántas personas conoce usted que están dispuestas, deseosas de ocupar una posición con poder. Muchas, estoy seguro.
Pero qué motiva a todas esas personas a hacerse un lugar –o un lugarcito al menos- en la escena política –que no es necesariamente la escena pública, la del servicio- y hasta dónde están dispuestas a llegar, a cambio de lograrlo.
Nuestro perverso y pervertido sistema político pasó de ser una oportunidad de servir a los otros, de ser útil a la comunidad y trabajar denodadamente a favor de los demás –a cambio de un salario digno, remunerador, legítimo-, para convertirse en lo que es hoy. Un ejemplo: el tal Abarca, que anda a salto de mata, dicen, porque en su avidez de ese poder, tanto político como económico, que hoy van de la mano, fue capaz de cometer todas esas atrocidades de las que hoy se le acusa… más las que se acumulen. De ser el simple –que no sencillo- hijo de un sombrerero en Iguala, pasó a ser en unos cuantos años el dueño de la plaza comercial más importante del municipio donde nació y no sabemos bien a bien cuánto más. Esa fue su motivación: tener poder político para ganar dinero a manos llenas… pero sólo tiene dos, como todos, por eso hay que preguntarse cuál es la medida de la codicia, de la ambición por tener, por acumular riqueza, cuando sólo se tienen dos manos y una vida para gastar lo que se obtiene con el trabajo. Me pregunto, de qué le sirvió acumular tanta riqueza mal habida, si hoy no puede sentarse a comer en un restorán y recibir el respetuoso saludo de sus coterráneos.
En México ocurren dos millones de operaciones fraudulentas, de simulaciones, de cohechos y extorsiones, es decir, de actos de corrupción cada año, según reportes de Transparencia Internacional, a un costo de más de 44 mil millones de dólares que no se reportan a la hacienda pública. Pero no topa ahí, pues a la corrupción hay que sumar la criminalidad en todas sus modalidades. Ese es el país que hoy vivimos y el escenario parece enrarecerse aún más, pues el caso del individuo al que me referí, es un ejemplo de lo que ahora podemos afirmar es una letal mezcla: la corrupción y la criminalidad.
Por ello hay que preguntarse, qué motiva a tantas personas a aspirar por una regiduría, una presidencia municipal, una diputación local o federal, o lo que sea, con tal de llegar. Sin duda que no es el simple deseo de poner al beneficio común los conocimientos, experiencia y habilidades adquiridas, a cambio de un sueldo y prestaciones de ley… ¿o si? Podremos, de veras, suponer que hay personas que se conformen con ganar un salario digno y vivir en la “honrosa medianía” a que llamó Juárez a los empleados públicos, ¿podremos?
La política actual, “el sistema” como se le llama eufemísticamente, se ha prostituido tanto, que no nos llama a sorpresa enterarnos de que los partidos políticos exigen que los pretendientes a una posición, a un sitial con poder, aporten cantidades de dinero suficiente para “hacer campaña”, pues los dineros que reciben del erario para cumplir ese propósito, no obstante ser suficiente, se aplica en otros menesteres y se destina a otras cuentas. Así, un precandidato se puede convertir en candidato si cuenta con capital suficiente para sufragar gastos extraordinarios –que no serán registrados, obviamente- para aspirar a vencer a sus contrincantes por la vía de la propaganda, que no es barata, pues hay que gastar mucho dinero en medios de comunicación, que simuladamente apoyan las campañas; en la conformación de una imagen gráfica con fotografías trucadas que los harán lucir más jóvenes, más delgados y siempre sonrientes; y muchos artículos promocionales, mercancías, despensas y chucherías que puedan inclinar a su favor el voto de la gente, que urgida de esos bienes –algunos de los cuales luego venden- los recibe ávida de que lleguen los tiempos electorales para disponer de ellos.
Cómo entonces se podrán proponer quienes no tienen capital ni capacidad de endeudamiento, hemos de preguntarnos. Los partidos afirman a todos los vientos –siempre he creído que son más de cuatro- que aspiran a la “ciudadanización” de sus candidaturas, y que, ahora sí, serán los miembros de la sociedad civil, ajenos a la actividad política-partidista, quienes podrían llegar a ser sus candidatos; además, se dice que serán, al menos, la mitad de ellos mujeres.
Es de esperar, según la experiencia, que lo que gastaron –los perdedores- o invirtieron –los ganadores-, habrán de recuperarlo con creces, de modo que una vez en la posición anhelada, lo que sigue es hacer negocios de todo tipo, algunos tan oscuros y reprobables, como los que hizo el desaforado presidente de Iguala, que está siendo perseguido, a diferencia de muchísimos otros ediles en Guerrero y los demás estados, que fueron menos ostensibles e hicieron sus cochupos y marranadas con mayor sigilo.
Y como el “sistema” tiene sus reglas, hemos de apegarnos a ellas (¿?) inexorablemente… según parece. Cíclicamente, tenemos un periodo electoral cada tres años y sabemos todos lo que sigue, a fuerza de haberlo sufrido: vendrán los candidatos a decirnos cuánto están dispuestos a hacer por nosotros; cómo, ahora sí, van a corregir lo que sus antecesores hicieron tan mal; cómo, ahora sí, antepondrán el interés de la comunidad a sus propios intereses; cómo, ahora sí, vamos a tener funcionarios honrados y se hará todo con transparencia, legalidad y que, ahora sí, van a rendir cuentas, claras y precisas. Y lo vamos a sufrir, pues los medios de comunicación y los instrumentos que utilizan para intentar convencernos, convierten las ciudades en un teatro que nos abruma por su mal gusto y sus excesos.
Pienso, como muchísimos mexicanos más, que es llegado el momento de poner un alto a esta situación: el “sistema” no da más de sí. Cambiamos sus reglas y volvemos a la cordura, a la justa aplicación del Derecho y obramos dentro de la legalidad, o viviremos tiempos de gran oscurantismo y retroceso. Es tiempo de acudir a quienes, de veras, tienen por motivación para ocupar un cargo público, una posición en la administración, sólo ser útiles y servir a los demás con pasión y patriotismo –distinto del “patrioterismo” de los discursos oficiales-, so pena de quedarnos sin Patria y sin Matria.
Pepe Arenas
josearenasmerino@outlook.com
48 años de ejercer el periodismo escrito, televisivo, radiofónico y digital. Primer corresponsal de El Universal y Radio UNAM en Europa y Notimex en Europa de Este. Director fundador del primer medio en Internet en Morelos. Abogado, escritor, locutor y textoservidor. Amigo de sus amigos. Libre pensador. Piscis.
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