Gerardo Fernández Casanova
Me parece en extremo simplista el argumento de que los Estados Unidos quieren explotar los recursos petroleros venezolanos. La realidad es más compleja; lo que el Tío Sam busca es el poder sobre Nuestra América y le estorba demasiado que el petróleo confiera poder a Venezuela, particularmente al régimen de la Revolución Bolivariana. Es ahí donde habrá que fijar la atención para detener la debacle en que han venido cayendo los países que intentaron la emancipación, ahora dirigidos por la tenebrosa mano yanqui.
Este conflicto inició hace veinte años, justo cuando resulta electo Hugo Chávez como Presidente de Venezuela. No les pareció concebible que la riqueza petrolera fuera controlada por un intruso, no manejado desde Washington y con un discurso latinoamericanista y caribeño, cargado de afanes de liberación y justicia. Desde entonces la oligarquía local y la Embajada comenzaron a tejer su trama desestabilizadora y golpista. En 2002 dieron un golpe de estado a la luz del día, el dirigente de los empresarios y de la gran burguesía Pedro Carmona fue investido como presidente, inmediatamente reconocido por Washington y por la España de José María Aznar; sus primeras expresiones fueron las de derogar todas las disposiciones de beneficio social dispuestas por el régimen legítimo, acallar los medios públicos de comunicación y vandalizar la embajada cubana en Caracas. El pueblo enfurecido y el ejército leal hicieron dar marcha atrás a los golpistas y restituyeron a Chávez en el poder (caso excepcional en el mundo). Pero Chávez cometió el error de perdonar (ojo) y nadie fue castigado por tan peligroso delito. Los golpistas perdonados no se arrepintieron del delito sino que con mayor virulencia continuaron su feroz tarea. Siguió el paro petrolero y luego el patronal, que lastimaron mucho al pueblo heroico y a las finanzas públicas, pero nuevamente fueron vencidos. Continuó el intento de defenestración por la vía del referéndum y Chávez volvió a ganar con el apoyo del pueblo venezolano.
Para contento de la oposición, Chávez perdió la lucha contra un extraño y virulento cáncer. Nicolás Maduro, a propuesta del propio Hugo Chávez, tomó la estafeta y en elecciones anticipadas obtuvo la Presidencia Constitucional de Venezuela, pero la oposición se envalentonó y avanzó en su designio golpista, logró ganar las elecciones legislativas y se dedicó a obstruir el gobierno de Maduro. Se recrudeció la guerra económica y la de los medios de desinformación, provocando sacrificios criminales a la población para minar el soporte popular del chavismo. En paralelo Washington ya logró desmantelar el proyecto de la integración latinoamericana, logrando regímenes lacayos en toda la zona a excepción de Venezuela y Bolivia.
Cansados de fracasar por la insuficiencia de la oposición venezolana, al Sr. Trump se le ocurre inventar un “presidente encargado” en la persona de Juan Guaidó, formado expresamente por la CIA para tal efecto, e impulsa (u obliga) a sus lacayos a reconocerlo de inmediato. El objetivo es provocar la guerra civil que justifique una intervención militar en Venezuela. ¡Vaya mezcla de irresponsabilidad, estupidez e ignorancia!
De continuarse ese camino, se hará realidad la consigna del Che que preconizó la multiplicación de los vietnames para la Revolución Latinoamericana. El ejército venezolano es leal y el pueblo está organizado y armado para la defensa de la Patria. Pero además, Colombia no cuenta con un régimen sólido que le permita ser la punta de la intervención yanqui, puesto que su ejército quedaría muy expuesto a la retaguardia; lo mismo le pasaría a Brasil con la base popular en contra; Argentina y Ecuador no estarían en mejor posición.
No lo deseo, pero si la irresponsabilidad electorera de Trump y sus halcones opta por seguir ese camino va a provocar una conflagración de pronóstico claro: el enorme derramamiento de sangre y hasta un conflicto transcontinental. En el mundo tienen que levantarse las voces de la cordura y la justicia y frenar esta estupidez, nos va la vida a todos.
Es importante destacar y respaldar la postura adoptada por los gobiernos de México y de Uruguay que, al unísono con el Secretario General de la ONU y de los países del Caribe, promueven la no intervención y el diálogo para la solución pacífica de las controversias. Por ahí es el rumbo.
gerdez777@gmail.com
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