J. Rigobertlo Lorence
Por más esfuerzos que se hicieron en las más altas esferas del poder electoral, no hubo fuerza que pudiera resucitar al Partido Encuentro Social, e incluirlo con tal nombre en la boleta electoral de los comicios intermedios del 2021.
Como ya es del dominio opinión pública, el Partido donde militan el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo, y Hugo Eric Flores, superdelegado federal en esta misma entidad, perdió su registro en los comicios del 1 de julio de 2018, al no obtener el mínimo de 3 por ciento de la votación global en ninguna de las 3 elecciones federales (Presidente, Diputados y Senadores) de acuerdo con lo que establecen las leyes de la materia.
La tesis de los dirigentes del extinto partido fue, entonces, que si bien no obtuvieron ese porcentaje en las votaciones, sí en cambio tenían más del 3 por ciento de los cargos de representación popular (léase diputados y senadores). Esta tesis dejaba de lado la ley electoral, que establece la cifra del 3 por ciento como el umbral que define quién tiene derecho y quién no, a las prerrogativas en dinero y en especie que la legislación otorga a los partidos nacionales, al considerarlos organismos de interés público.
Inclusive el magistrado ponente, Felipe de la Mata, había elaborado la peregrina tesis del porcentaje de representación, que en teoría salvaba el registro del partido de la derecha evangélica. Pero en el debate social sufrieron una derrota completa, lo que obligó al ponente a cambiar su punto de vista legal, y finalmente elaboró un documento en favor de la pérdida del registro del multicitado PES.
El líder de la organización, Hugo Eric Flores, declaró por su parte que no se hizo justicia a su partido, y recurrirá a tribunales internacionales para que se le otorgue tal reconocimiento.
De esta manera, los legisladores del PES ya no podrán pertenecer a esa fracción –porque legalmente no existe—y tendrán que declararse independientes o emigrar a otras formaciones políticas de su preferencia.
Ahora bien: antes de perder en definitiva el registro, el PES había recurrido al expediente de solicitar su inscripción con el nombre de Partido del Encuentro Solidario, nombre que conserva sus siglas y facilita algunos movimientos en el camino hacia la resurrección política.
Finalmente, los líderes pesistas deberán recorrer de nuevo el difícil camino de realizar asambleas estatales en más de la mitad de las entidades federativas del país (20) o por lo menos 200 asambleas en los distritos electorales federales. Y todo eso sin percibir recursos procedentes del gobierno federal.
Debemos ponernos de acuerdo en un concepto: los partidos políticos son organismos que representan a una clase o coalición de clases sociales que luchan por sus intereses en la arena del debate público.
El PAN, por ejemplo, representó a los sectores conservadores de la clase media mexicana, que se oponían desde su fundación a la política progresista de Lázaro Cárdenas en materia de apoyo a obreros, campesinos y sectores intermedios.
Más tarde, en la época de los 80’s, el PAN se convirtió en el partido de los representantes del capital internacional, en sus ligas con el recién creado capital financiero mexicano. Los famosos “bárbaros del norte” quienes lo revivieron, eran empresarios que tenían estrechos lazos con el capital financiero internacional (Clouthier, Barrio, Luis H. Alvarez, a quienes se unieron más tarde Vicente Fox y Diego Fernández de Ceballos) entrando así a un nuevo ciclo de su vida orgánica.
El PRI, por su lado, siempre representó los intereses del capital burocrático que se volvió hegemónico en el aparato del Estado (Hank, Alemán, etc.). Más tarde viró hacia el “liberalismo social” con Salinas y finalmente fue barrido por la ola neopanista del fin de siglo XX. Más tarde, la confluencia de intereses de ambos partidos hizo que apareciera el PRIAN, entidad que conserva su presencia política hasta la fecha.
En este contexto: ¿a qué clase o sector social representa el PES, en las condiciones del poderío hegemónico de Morena y el obradorismo? ¿Lo puede salvar de la extinción su alianza con la derecha evangélica, en medio de un proceso de cambio social en marcha, que está barriendo con los intereses de los grupos más conservadores del país?
Porque si en las excepcionales condiciones que creó la marea obradorista de julio del 2018 el PES no pudo lograr el 3 por ciento de los votos ¿cabe esperar que lo logre en 2021, cuando los campos estén más divididos entre los partidarios del cambio revolucionario y los conservadores de la vieja tradición confesional?
Es una pregunta interesante, de la que solo tardaremos dos años en conocer la respuesta. O quizás antes. Por lo pronto, Cuauhtémoc Blanco ya habrá puesto su tienda aparte…
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.
Dejar una contestacion