Por Gerardo Fernández Casanova
Ya comenzaba a olvidarse el caso de la casa, la blanca de Enrique y Angélica; ya estábamos entrando en esa suerte de borrachera que son las campañas electorales con su cauda de propaganda estúpida; ya nos habíamos acostumbrado a las pésimas noticias de violaciones a los derechos humanos, incluidos los 43 de Ayotzinapa; igual nos estábamos atragantando con la rueda de molino de la Ley Anticorrupción, cuando surge el nuevo escándalo: los negocios turbios de la española OHL con el gobierno del Estado de México datados desde la época de Peña Nieto, caso emblemático de la reconquista y la recorrupción. Contratos amañados, costos revaluados y tarifas al gusto del operador son fórmulas de la muy moderna forma de hacer trastupijes, debidamente disfrazados de negocio empresarial con el respaldo, desde luego, de la corona española y el de la burocracia dorada mexicana.
No contentos con sus elevadísimos salarios y canonjías, los miembros de la elite gobernante se hinchan de ganar dinero con cargo al erario, mediante sus muy pulcros contratos de obra pública, sin que la normatividad sea violada ni pueda ser cabalmente demostrado el fraude. Si se amenaza con nuevas reglas más estrictas, de inmediato se encuentra la manera de brincarlas sin menoscabo de la capacidad de hacer negocio, en una carrera hasta el infinito.
No sé que es peor, la tremenda corrupción imperante o la estúpida aceptación ciudadana que no protesta. En cualquier país mínimamente democrático ya se hubiera destituido al infractor corrupto, aquí se exhibe al sujeto con las manos en la masa y sigue tan campante. En último término, el partido político que acuna la corrupción es castigado en las urnas en la elección inmediata; aquí las encuestas muestran al PRI como puntero en las preferencias de voto sin que haya el menor castigo. Nos hemos convertido en un país de cínicos, bajo el atinado liderazgo de Peña Nieto como el mayor de ellos.
Cantaba el Pirulí: “Siempre fui llevado por la mala y es por eso que te quiero tanto… miénteme más que me hace tu maldad feliz”. Pareciera ser un himno a la idiosincrasia masoquista del mexicano. Róbame más; engáñame más; jódeme más, sólo así puedo ser feliz. Tal vez sea por esto que se registre tanta rebatinga en la selección de candidatos en los partidos, son muchos los que prefieren joder que estar jodidos. No es fácil para la gente honesta meterse al lodazal en que se desenvuelve la competencia dentro de los partidos.
En la campaña electoral el PRI y el PAN se acusan mutuamente de ser corruptos y ambos dicen la verdad y, en términos prácticos, se anulan los efectos para quedar “tablas”. Para los electores, la mayoría según las encuestas, las mutuas acusaciones no hacen mayor mella; creo que llegan a la conclusión de que todos son así de corruptos y, en todo caso, habrá que votar por el que mejor reparta o por aquel donde tengo un amigo que me podrá salpicar. Esto tan sólo para documentar mi escepticismo, diría Monsivais.
No obstante, algún optimismo me queda. Es preciso cambiar de régimen y sacar a Peña de Los Pinos y el único recurso que tenemos es el electoral. Convencernos de que se puede eliminar la corrupción, que no es un destino fatal. Convertir la elección para diputados en una especie de referéndum revocatorio para mostrar, a punta de votos, que repudiamos a Peña y al PRI que lo respalda, al igual que al PAN, al PRD y al PVEM por ser igual de corruptos. Votar por MORENA, particularmente para diputados, podrá ser el voto útil para castigar a los partidos que nos han llevado al desastre que hoy padecemos y para, en consecuencia, someter a control al presidente y a los gobernadores negociantes, si no es que pueda también provocarse una defenestración para Peña, por lo menos virtual.
En el caso de los diputados hay que fijarse en el partido más que en la personalidad de los candidatos. No así en el caso de gobernadores o presidentes municipales en que lo que cuenta es la persona. En mi caso particular como residente de Cuernavaca, votaré Morena para diputados, pero lo haré por el candidato del PRD para presidente municipal.
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