Gerardo Fernández Casanova
Llevo ochenta años viviendo en este planeta y en este país. Nunca he tenido la experiencia de la guerra; si acaso recuerdo los noticieros cinematográficos que mostraban a los soldados gringos como adalides de la libertad en Corea. Todo muy lejos de México. Tengo como una breve pesadilla contemplar los trenes atiborrados de soldados que pasaban por Teapa, Tabasco una noche, seguramente decembrina, de 1958 con destino a la frontera con Guatemala, como respuesta a un conflicto de embarcaciones pesqueras de ese país gobernadas por un dictador militar de apellido Ydígoras. Nada más. Me tocó vivir los mejores años de la Pax Priísta, agotados cuando ese régimen fue piratescamente abordado y destruido por una tecnocracia extranjerizante y antipopular.
A partir de entonces he observado y también participado en la lucha por la recuperación del país y de su soberanía; siempre por la vía pacífica, aunque siempre airada. Menté madres y exigí recuento de los votos en el 2006, incluso adopté para mis artículos el lema “Que el fraude electoral jamás se olvide”. Nuestra única arma era la palabra y la calle; no teníamos prensa ni espacio informativo alguno; todos en contra a excepción del pueblo. Al final, en 2018, logramos el primer triunfo en la Presidencia con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza. Ahí comenzó la verdadera batalla, ganamos la presidencia pero el poder seguía en manos de la oligarquía del viejo régimen, contra el que habría que defenderse. Su principal objetivo sería llevar al fracaso al experimento emancipador; voltear en su contra a la opinión pública; armar la beligerancia de los medios para manipular la conciencia popular; explotar la prostitución del Poder Judicial y del sistema electoral a su servicio. Toda la carne puesta al asador para lograr obstaculizar al nuevo régimen transformador. Afortunadamente todas fallidas, no por ineficacia de los operadores sino por la del recetario universal imperialista. Ya no engaña a nadie; su obviedad es supina.
Confieso mi incomodidad con el actual estado de la cosa pública. Ya me canso de postular las bondades y los éxitos del régimen de la transformación y de no recibir respuesta, salvo alguno que otro vituperio insolente. A la derecha no le interesa debatir, todo se le va en denostar sin base alguna. Hoy son los libros de texto, como antes han sido el aeropuerto cancelado en el Lago de Texcoco, la refinería en Dos Bocas, el Tren Maya y el Transístmico, los programas sociales de redistribución de la riqueza, la estabilidad y el progreso de la economía y muchas otras razones para sentirnos a gusto y que nos pretenden negar.
Creo firmemente en el portento de AMLO, cuya enorme capacidad de estadista y su gran liderazgo han logrado resistir y triunfar. Su mayor contribución ha sido la de construir verdadera democracia y defenderla a capa y espada. El pueblo está consciente de ser el soberano y tener en sus manos el destino de la patria. No será fácil reemplazarlo al término de su mandato sexenal, pero él tiene la determinación inamovible de retirarse totalmente de la actividad, sin hacer caso a las voces reeleccionistas, incluso apresurando la entrega de la estafeta.
No será miel sobre hojuelas la sucesión presidencial. Siempre y en todas partes es el momento más crítico de cualquier proceso político. La oposición conservadora y sus patrones extranjeros están listos para generar el caos; cuentan con los instrumentos idóneos para hacer de México otra Cuba o Venezuela, ellos sí. Ya cantan el fraude electoral por venir, al estilo acostumbrado, sin ver ese fenómeno en su propio proceso de selección de candidatos.
Por el oficialismo no pareciera un panorama conflictivo o de ruptura. El propio AMLO ha asumido la condición de garante de la transparencia del proceso y de la unidad resultante. Es suficiente garantía.
Es en estas condiciones que confirmo mi predilección por el candidato que mejor pueda continuar y acrecentar el factor más importante de la transformación: el respaldo popular entusiasta y comprometido. Eso es lo que distingue a Noroña sin la menor duda. Noroña es pueblo y el pueblo es paz.
gerdez777@gmail.com
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