Jorge Ikeda
En las elecciones de 1988, Manuel J. Clouthier organizó un boicot contra el noticiero 24 horas de Jacobo Zabludovsky porque ocultaba la verdad. En la actualidad, la hija del “Maquío”, Tatiana Clouthier, apoya a quien oculta la verdad.
En un artículo publicado en Nexos y titulado “El Estado teatro”, José Antonio Aguilar Rivera argumenta que los ciudadanos esperan más de sus líderes que habilidades gerenciales; requieren símbolos. Los símbolos tienen la función de darle sentido de pertenencia a los individuos, atienden a la necesidad de ser reconocidos y de pertenecer a algo más grande que ellos mismos; es su oportunidad de formar parte de la historia. Por lo tanto, Aguilar Rivera dice que no importa la efectividad de las políticas públicas, sino la intención del gesto. No importa que la impericia de los nuevos gobernantes haya provocado la escasez de gasolina, la supuesta guerra contra el huachicol le daba sentido al sacrificio que hicieron miles de compatriotas de hacer fila para obtenerla. Como si en ese sacrificio se les fuera la gallina donada para financiar la expropiación petrolera.
Mark Lilla se define como un liberal frustrado por el camino que ha tomado el liberalismo de la identidad en los Estados Unidos. En la política de la identidad, el individuo se identifica a partir de lo que es, por ejemplo; si es mujer, se identifica como víctima del patriarcado y a partir de ahí se une a movimientos feministas que reivindiquen sus derechos. El autor de El Regreso Liberal critica el apego a los símbolos de los demócratas en los Estados Unidos. A través de estos símbolos los demócratas alcanzan una diversidad superficial en las organizaciones, vuelven a contar la historia de los grupos marginales y fabrican eufemismos inofensivos para describir la realidad social y proteger así los oídos y los ojos castos de los jóvenes. El proyecto de los demócratas ha dejado de ser político, para convertirse en evangélico. La diferencia radica, según Lilla, en que el evangélico dice su verdad al poder. La política, por otra parte, toma el poder para defender la verdad.
Ya que los símbolos apelan más a los sentimientos que a la razón, el diagnóstico que Lilla hace sobre los republicanos funciona también para el caso de López Obrador. Mark Lilla cita a Abraham Lincon quien decía: “El sentir del público lo es todo. Con él, nada puede fracasar; en su contra, nada puede prosperar. Quien moldea el sentir del público va más allá que quien promulga leyes o pronuncia decisiones judiciales”. El presidente López Obrador sabe esto muy bien y moldea el sentir del público a través de los símbolos. Andrés Manuel es el nieto de español que nos vende espejos a cambio de nuestro oro.
¿Cómo podemos combatir el populismo del demagogo? Timothy Snider en su libro On Tyranny proporciona alguna sugerencia: “creer en la verdad”. Para Snider, abandonar los hechos es abandonar la libertad. Si nada es verdadero, nadie puede criticar al poder, porque no existen bases sobre cuales hacerlo. Si nada es cierto, todo es espectáculo. Las billeteras más grandes pagan por las luces más cegadoras.
Para combatir al demagogo, hay que seguir los consejos de Václav Havel:
“Lo que nunca pierde vigencia de importancia es el principio que dice que el ciudadano debe asumir su parte de responsabilidad en el destino de la sociedad entera y comportarse siempre conforme al espíritu de este principio: dar voz a la verdad, darla a conocer a todos los demás sobre todo los que detentan el poder, exigir de éste respetar la verdad y crear con todos un espacio para que tenga lugar discusiones democráticas públicas. El poder incurre en falsedad, porque es prisionero de algunas mentiras. El poder falsea el pasado, el presente y el futuro… El poder falsea datos estadísticos. El poder disimula el respeto a los derechos humanos. El poder disimula no perseguir a nadie. El poder disimula no tener miedo de nada. El poder disimula que no disimula nada… La crisis más profunda de la identidad humana que induce y posibilita vivir en la mentira tiene sin duda su dimensión moral…La vida conforme a la “verdad”, entendida como rebelión de los hombres en contra de aquello que se les impone, representa en contraposición un intento para tomar en propias manos la responsabilidad de uno mismo…Porque la vida “conforme a la verdad” en los sistemas post totalitarios se ha convertido en alimento principal de cada una de las opciones políticas, es necesario que éstas representen a todas de manera obligada. Las reflexiones sobre el carácter y perspectivas de esta forma de política, así como su dimensión moral, deben ser promovidas como si se tratara del fenómeno político entero”.
Jorge Ikeda es licenciado en relaciones internacionales por el ITAM, licenciado en derecho por la UNAM, ingeniero en desarrollo de software por la UNAD, maestro en ciencias políticas y sociales por el CIDHEM y doctor en derecho también por el CIDHEM. Es profesor de asignatura en la Universidad La Salle Cuernavaca, A.C.
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