J. R. Lorence López.
Un reto de dimensiones colosales acaba de afrontar el nuevo gobierno de México, cuando el presidente López Obrador recién visitó Badiraguato y se comprometió a abrir nuevas opciones de vida a los habitantes de esa región. Una zona abandonada durante más de 40 años por sucesivos gobiernos federales y dejada en manos de los grupos de sembradores de cultivos ilícitos.
Badiraguato es el corazón del “triángulo de oro” –ubicado en la confluencia de las zonas serranas de Sinaloa, Durango y Chihuahua– donde se produce un buen porcentaje nacional de las plantas que después, mediante diversos procesos, se transformarán en paquetes de marihuana y goma de opio, materia prima de las drogas más eficaces para combatir el dolor o bien para generar dependencias mortales a quienes las usan.
Ubicado en la sierra de Sinaloa, Badiraguato se une a los municipios serranos de los estados vecinos para convertirse en una de las regiones más inexpugnables del país. En la época de lluvias, los caminos rurales se vuelven intransitables y se convierten en refugio de quienes se dedican a actividades ilícitas, la mayoría de ellas relacionadas con los cultivos clandestinos.
La región es cuna de los más grandes jefes históricos del narcotráfico en México. De allí son originarios el gran jefe inicial Miguel Angel Félix Gallardo y sus herederos: Ernesto Fonseca Carrillo “Don Neto”, Rafael Caro Quintero, Amado y Vicente Carrillo Fuentes, Luis Héctor “El Gûero” Palma, Ismael “El Mayo” Zambada y, desde luego, el más famoso de todos, “El Chapo” Guzmán Loera, quien está a punto de recibir sentencia condenatoria en USA.
Región productora de enervantes desde siempre, en la época de la Segunda Guerra Mundial tuvo su bonanza, porque el mercado de USA le demandaba marihuana para consumo de sus soldados en tanto el US Army consumía sus opiáceos para calmar los dolores de las heridas de combate.
Lo que hoy pasa es la consecuencia de tanto abandono, aislamiento y pobreza, aunadas a la desatención de los gobiernos federales durante décadas. Se calcula que actualmente hasta un 25 por ciento de la población local encuentra su actividad principal en los cultivos y el comercio ilegales.
LAS OPCIONES DEL “TRIÁNGULO DE ORO”
No basta con las buenas intenciones. La realidad exige programas de apoyo efectivos contra el desempleo, la marginación, la pobreza, la ignorancia y la falta de precio de cultivos agrícolas legales, como alternativa a las siembras ilegales.
Se ha decidido construir la carretera Badiraguato-Guadalupe y Calvo –ubicado en la sierra de Chihuahua– para unir la economía de la inmensa zona. De manera simultánea, sembrar cientos de hectáreas de árboles en la abrupta región, y dar apoyos para otras siembras, así como los programas sociales que maneja la actual administración federal.
Toda la región ha sido tradicionalmente como un coto de casa exclusivo de los delincuentes, donde manejan a su antojo todos los asuntos de las comunidades. Matan líderes indígenas y se apropian de sus tierras en la región tarahumara de la sierra chihuahuense. Solo su voz es ley en la inmensa región.
Y no solo se trata de un problema de recuperar territorios, ni de erradicar a los delincuentes. Hay que hacer un esfuerzo gigantesco para superar la cultura de la violencia y la impunidad, e implantar una ley que esté al servicio de todos.
Es un reto formidable. Porque finalmente lo que está en juego es el destino del país. Hay que hacer que la gente del común abandone esa forma de vivir y de pensar, lo cual constituye toda una revolución cultural de la cual depende el destino de México y de la región en particular.
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.
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