
Gerardo Fernández Casanova
No sé si deba congratularme porque la oposición al proyecto que apoyo, el de la IV Transformación, sólo muestra una enorme mezquindad o lamentarme por la inoperancia de la democracia imperante. En realidad me pesa más el lamento. Me place que finalmente, después de muchos años de intentarlo, la voluntad popular pudo hacerse valer; pero me encabrona (perdón) que haya voluntades cuyo peso supera a la del pueblo que procuran eliminarla con muy alto costo para la gente, más aún cuando tal fortaleza se ejerce por simple clasismo racista, ajeno a cualquier lógica. Me entusiasma que nos acerquemos a un estado democrático por el tesón de un Presidente honesto por los cuatro costados que, sin medida y sin razón, es brutalmente denostado y vituperado por un sector que confunde la oposición con la destrucción, incapaz de postular ideas y debatirlas.
En México la oposición se reduce a calificar de dictadura el hecho de que el pueblo haya otorgado un mandato mayoritario a un candidato que construyó un proyecto diferente de nación, que acabara con la corrupción y la injusta desigualdad y con un régimen neoliberal que expolió al pueblo por más de treinta años; y que ese mandato le hubiese dotado de mayorías en las cámaras de diputados y de senadores. Reclaman los llamados “intelectuales” la falta de equilibrios supuestamente democráticos, desconociendo que fue el voto popular el que decidió otorgar todo su apoyo al proyecto ganador, sin dudarlo ni escatimarlo. Es falso que la democracia requiera de equilibrios artificiales, la democracia se nutre única y exclusivamente de la voluntad popular; atentar contra ella es dictadura y tiranía por la que una minoría pretende conculcar el derecho soberano de la mayoría.
Se han registrado cambios importantes con el nuevo régimen, no tantos como sería necesario pero la realidad obliga a un proceso gradual pero enérgico. El combate a la corrupción es primordial, su vigencia anularía cualquier intento de cambio; queda mucha burocracia hecha al modo anterior en todo el aparato de gobierno federal; los gobiernos estatales en su mayoría obedecen a las viejas normas, al igual que los municipales. En junio concluyen los mandatos de quince gobernadores designados por Peña Nieto o en contubernio con su régimen así como un gran número de alcaldes nombrados por ellos. Es indispensable remplazarlos por representantes del nuevo régimen transformador.
No me contradigo cuando afirmo que es importante que la mayoría popular refrende su total respaldo al proyecto de la IV Transformación y, al mismo tiempo clamo por una oposición seria y responsable. De lo que se trata es de que la democracia se consolide en el país; que siempre sea el pueblo soberano el que mande eligiendo a los mejores programas y postulados. Que la competencia política rechace la mentira de los “creadores de imagen”, que convierten al peor de los malandros en probos ciudadanos comprometidos con el pueblo, empleando montajes en videos para difundir machaconamente en los medios; que los partidos formulen propuestas válidas y que su actuación guarde la debida coherencia con ellas, para debatirlas ante el pueblo para darle información veraz; que el dinero público que se entrega a los partidos sirva para lo anterior y se evite tajantemente el empleo de recursos adicionales, lícitos o ilícitos, que distorsionen la competencia, compren votos o corrompan voluntades.
Es para dar vergüenza lo que hoy se presenta como campaña electoral. Todo se limita a tratar de desprestigiar al Presidente y a su gobierno, como si el pueblo fuese tan tonto de creerles. Desde el punto de vista electoral les aplaudo y los aliento a que sigan por ese camino; así los electores acabarán de refundirlos aún más que en el 2018. Pero es deleznable que se dilapide la oportunidad y el esfuerzo que debiesen contribuir a una mejor cultura política. El ridículo no es buen instrumento para ganar, menos si es tan burdo como el sufrido por el Auditor General de la Federación, o como el que hace Ricardo Anaya en sus jacuzzis de pueblo.
Sin duda habrá despistados que se coman las patrañas prianredistas. Hay que ir por ellos a abrirles los ojos para mostrarles la realidad e invitarles a sumarse a la transformación del país. A todos nos conviene.
gerdez777@gmail.com
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