Gerardo Fernández Casanova
El blondo troglodita, en el desesperado accionar hacia una improbable reelección, despliega su idiosincrática retahíla de desplantes prepotentes (creo que son más bien post potentes) exhibiendo su racismo xenófobo y su desmesurada anti diplomacia, arrogándose la autoridad para imponer al mundo su caprichosa manera de entenderlo o de no conocerlo. Al interior de los Estados Unidos tiene pleito cazado con periódicos y medios importantes; con el movimiento feminista y el lésbico-gay; con la industria automotriz, con los ecologistas y, no se diga, con sus opositores del Partido Demócrata, por sólo mencionar algunos. Pero donde es un verdadero elefante en cristalería es en su relación con el mundo, en el que pretende, a punta de garrotazos, recuperar la hegemonía de potencia única alcanzada después del derrumbe de la Unión Soviética y que paulatinamente se ha venido diluyendo; así ha querido recuperar el dominio en Nuestra América, con éxito momentáneo en Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, Chile y Centroamérica, con excepción de Nicaragua, entabla una guerra brutal contra Venezuela; México se le escapó gracias a una masiva y arrolladora votación por la alternativa popular y nacionalista. Tiene pleito cazado con China (suicida guerra comercial), Rusia y ahora con la India; entabla una amenaza de guerra contra Irán y no puede acabar con las de Irak y Afganistán; se decanta descaradamente en pro del régimen sionista de Israel y pierde la intención de derrocar el régimen de Assad en Siria; fracasa en su intento diplomático sobre Corea del Norte ante un imberbe dictador. A sus aliados europeos los maltrata e intenta destruir la Unión Europea, aconseja a la Gran Bretaña el desconectarse (Brexit) sin negociar para entablar una especie de unión anglosajona, se atreve a recomendar a los flemáticos ingleses a su nuevo Primer Ministro en plena visita de Estado.
Siendo así, cómo pudiera suponerse que a México nos dejaría en paz, cuando somos su piñata favorita, nos presiona para ser quien le haga el trabajo sucio de impedir la migración centroamericana que usa nuestro país como paso al supuesto paraíso norteamericano; acostumbrado a la obsecuencia de los regímenes del PRI y del PAN, espera una actitud similar del nuevo régimen y, al no lograrla, amenaza con la imposición de aranceles a todos los productos mexicanos que van del 5% al 25% en forma escalonada si su mandato no es acatado.
El Presidente López Obrador ha hecho el mayor esfuerzo por llevar la fiesta en paz, ofreciendo amistad y respeto mutuo y contestando con una muy digna y mesurada carta a la inopinada amenaza twitera, además de instruir al Canciller de encabezar una misión urgente para negociar el tema, instalado desde el pasado viernes en Washington, no obstante el trato de desprecio recibido por la misma vía twitera en el sentido de que ya no es hora de hablar sino de actuar, misma que ya corrigió al incluir al Vicepresidente Pence entre el equipo de contraparte.
Ebrard y la comisión que encabeza no han estado con una mano sobre otra esperando por la reunión programada para hoy miércoles; seguramente ha estado cabildeando y moviendo fichas previas, con buenos resultados entre los que se verán afectados por la medida unilateral y más si México diera una respuesta espejo. El canciller no sólo lleva dignidad, que es mucho, sino que también lleva ases en la manga para desarmar el embate.
Ojalá no logre eliminar el primer trancazo del 5% que, por cierto, ya quedó sin efecto comercial al haber provocado una devaluación del mismo monto aproximado, con lo que las exportaciones mexicanas recibirán la misma cantidad en moneda nacional; en tanto que las exportaciones gringas sufrirán un arancel oculto; el daño momentáneo a México se limita a un gravoso aumento del 5% en el servicio de la deuda externa.
Puedo apostar a que, una vez firmado el respectivo decreto, vendrá la orden de un juez federal de California para cancelarlo, no sólo porque así lo cabildeara la misión mexicana, sino por la poderosa Cámara de Comercio y otros afectados. Hay que recordar que los tratados internacionales, igual que en México, tienen estatus de ley y que el TLCAN está vigente. Por su parte, el Partido Demócrata, incluso varios del Republicano, analizan la forma de darle marcha atrás. Todo lo anterior sin costo para el país.
En último término y si de guerra se trata, México tiene un arma de letalidad extrema: una moratoria en el pago de la deuda externa pondría al mundo de cabeza y no sería suficiente el Salón Tesorería del Palacio Nacional para que hagan antesala los gobiernos y organismos que vengan a “salvarnos” y seguramente alcanzaríamos mejores condiciones de negociación. México también tiene botas para ponerse y resultar beneficiado de la Trumpada. Serenos morenos.
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