
Jorge Ikeda
La indignación nacional sigue en ascenso conforme emergen más detalles sobre el Rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco. La reacción del régimen ante estos hallazgos raya en lo grotesco: negación sistemática, evasión de responsabilidades y una narrativa que desafía la lógica más elemental. Antes de analizar las respuestas disparatadas de la 4T, hagamos un breve repaso del artículo de Peniley Ramírez.
En su publicación en el diario Reforma, la periodista sostiene que el crimen organizado se apropió del Rancho Izaguirre. En septiembre del año pasado, la Guardia Nacional y la fiscalía local realizaron una incursión en el lugar, pero, convenientemente, no encontraron los horrores que más tarde descubrirían las madres buscadoras. Aparentemente, tras esta intervención fallida, el crimen organizado recuperó el control del sitio y llevó a cabo un exterminio cuya magnitud ha sido ampliamente documentada por diversos medios de comunicación. Aunque Ramírez no lo dice explícitamente, la fiscalía local se excusa alegando que tiene cientos de inmuebles bajo su responsabilidad y muy pocos recursos humanos para vigilarlos. Un detalle inquietante: las madres buscadoras aseguran que solo tuvieron que empujar el portón para acceder al rancho.
Ante estas revelaciones, los voceros del régimen recurrieron a su excusa predilecta: la culpa es de Felipe Calderón. Sin embargo, las imágenes satelitales desmienten esta afirmación, pues el rancho ni siquiera existía antes de 2019. En un intento por rebasar los límites del absurdo, Fernando Noroña, en una transmisión en vivo por YouTube, afirmó que los zapatos hallados en el sitio ni siquiera pertenecían a personas desaparecidas. Mientras tanto, en redes sociales circulan testimonios de familias que han reconocido entre los objetos encontrados las pertenencias de sus seres queridos: los tenis que una hermana prestó antes de la desaparición, la mochila con la que salió por última vez. Pero quizás la muestra más descarada de la complicidad del régimen con el crimen organizado es un video que circula en redes sociales donde un presunto vocero del Cártel Jalisco Nueva Generación acusa a las madres buscadoras de haber “sembrado” las evidencias. Curiosamente, el mensaje encaja a la perfección con la estrategia oficial de negar lo innegable.
Las imágenes de los zapatos encontrados en el Rancho Izaguirre evocan las del exterminio en Auschwitz. No es coincidencia que los museos del Holocausto alrededor del mundo, incluido el Museo de la Tolerancia en la Ciudad de México, utilicen estos objetos como símbolo del horror absoluto. Teuchitlán es el monumento trágico al fracaso de la estrategia “abrazos, no balazos”, una consigna que el régimen se aferra a mantener a pesar de su absoluta ineficacia. Para sostener la ficción de que el país se está pacificando, las autoridades maquillan las cifras: reducen el número de homicidios mientras aumenta el número de desaparecidos. Y, como si eso no fuera suficiente, intentan hacer desaparecer a los desaparecidos… otra vez.

Jorge Ikeda es licenciado en relaciones internacionales por el ITAM, licenciado en derecho por la UNAM, ingeniero en desarrollo de software por la UNAD, maestro en ciencias políticas y sociales por el CIDHEM y doctor en derecho también por el CIDHEM. Es profesor de asignatura en la Universidad La Salle Cuernavaca, A.C.
Dejar una contestacion