J. Rigoberto Lorence
El comentario de Javier Alatorre en el noticiero de TV Azteca, expuesto el viernes 17 de abril por la noche, cayó como bomba en medio de la pandemia que afecta a millones de mexicanos, golpeando a todos, mientras las autoridades sanitarias del país están llamando a quedarnos en casa, para evitar una rápida expansión del Covid-19.
El conductor estrella de la televisora descalificó a Hugo López-Gatell –-vocero del gobierno federal– diciendo que sus datos e informes “son irrelevantes”, para luego pedir al teleauditorio que no hiciera caso de dichos llamados. Y encendió la mecha en todos los medios de comunicación, impresos y visuales, grandes y chicos, de modo que hasta uno de los “grandes” como Televisa expresó que esos llamados “habían cruzado la raya”.
Hubo una buena dosis de mala fé en la fecha del comentario. Alatorre lo hizo el viernes por la noche, a sabiendas de que al día siguiente no habría conferencia “mañanera” de AMLO. Y esto le permitiría que su petición a la ciudadanía hiciera más daño. Lo hizo con planeación, con dolo, como un clásico “sabadazo”.
Finalmente, quienes respondieron abiertamente fueron los medios alternativos. “Sin censura” de Vicente Serrano se puso a la cabeza, y se lanzó a la contraofensiva con todo, incluyendo una transmisión en vivo con los más connotados comentaristas de la izquierda agrupados en torno a la llamada 4T.
En twitter creció una tendencia contra Tv Azteca formada por miles de ciudadanos, con la petición expresa de establecer sanciones –incluyendo el retiro de la concesión—contra la empresa que dirige Ricardo Salinas Pliego. La plataforma Change-org obtuvo en pocas horas más de 100 mil firmas de ciudadanos, pidiendo retirarle la concesión TV Azteca.
Los ciudadanos que participan en las redes sociales no van a admitir un simple “me equivoqué” o una disculpa. Fue un error garrafal, de mala fé, tratando de dañar los esfuerzos de las autoridades sanitarias para proteger a la población. Fue una actitud golpista y saboteadora.
El presidente de la República se vio obligado el sábado a publicar un video desde Palacio Nacional, pidiendo tranquilidad a la población y hablando en tono mesurado. Dijo que Alatorre es su amigo, y que cometió un error, pero que tiene derecho a expresarse como le dicte su conciencia, dentro del esquema de la libertad de expresión.
Esta actitud mereció las críticas del sector más radical de la 4T y de la izquierda en general. “Tibio” fue lo menos que le dijeron. Pero en general las opiniones se manifestaron en torno a los límites de la libertad de expresión. Porque si se trata de la vida humana, y hubo un llamado a desobedecer en masa los llamados de la autoridad sanitaria, dichos límites tienen que volverse más estrictos.
En un clima político enrarecido, donde hasta algunos gobernadores morenistas (Bonilla) aprovechan la coyuntura para llevar agua a su molino, mientras otros hacen amagos secesionistas y realizan acusaciones falsas contra el gobierno federal, el llamado de Alatorre se inscribe como un acto temerario, o más bien desesperado, tratando de salvar los privilegios de la empresa que le paga.
¿Cuál es el fin que persigue Ricardo Salinas Pliego con su amago desinformativo? No puede ser más que la defensa de sus muy particulares intereses. Por ejemplo: que no lo obliguen a cerrar sus tiendas, donde vende artículos tan indispensables como hornos de microondas, televisores o motonetas.
Dicho empresario hizo anteriormente un llamado a que sus clientes adelanten los pagos de sus créditos, pero no les ha explicado que, a causa de la pandemia, podrán retrasar dichos pagos sin que se les recarguen intereses moratorios.
Lo más grave es que Salinas Pliego pretenda evitar el pago de impuestos atrasados, o exija que se le entreguen más concesiones sin licitación, y todo ello en época de pandemia. Solo por créditos fiscales, Salinas Pliego adeuda al gobierno más de 32 mil millones de pesos.
¿En manos de quién están los “grandes” medios de comunicación de masas? En manos de quienes los usan no para difundir información de calidad, sino para extorsionar a la autoridad y obtener más concesiones. Eso no es “libertad de expresión”. Eso es un negocio que maneja sí, información, pero la deforma y utiliza para fines personales o de grupo.
Urge, por tanto, que se fortalezcan los medios alternativos que tienen compromiso con la verdad y con los intereses de la población. Si bien la prensa se regula con la prensa, es momento de que los ciudadanos escojan los medios alternativos, y solo acepten una información que refleje en verdad los procesos sociales, desde el punto de vista de los intereses de la colectividad.
En el caso de Javier Alatorre, no estamos hablando de periodismo “chayotero”, pero sí de periodismo comprometido con los intereses de la oligarquía. Ajeno por completo al sentir de la sociedad, de los médicos y enfermeras que exponen su vida a diario para salvar la de los pacientes. Ese periodismo es peor que el de los rufianes que arrojan cloro contra las enfermeras, o de los taxistas que bajan a los médicos de su vehículo.
Es un periodismo de carroña.
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.
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