Una opción para invertir en la democracia

 

 

 

Orlando Plá

La democracia mexicana es una de las más caras del mundo. Se otorga un cuantioso presupuesto a los partidos políticos, que se han convertido en gran negocio. Adicionalmente hay presupuestos para el Instituto Nacional Electoral, el tribunal electoral y otros organismos creados para defender la democracia. Sin embargo, lamentablemente se trata de un gran circo, en el que una multitud que no entiende elige a individuos cada vez más incapaces para que los representen y jueguen con los recursos de todos.

 

Teóricamente, el financiamiento gubernamental a los partidos se apoya en la tesis de que, de este modo, se evitan financiamientos indebidos que puedan distorsionar las campañas; pero cada vez hay más evidencias de financiamientos adicionales al que otorga el gobierno, de procedencia cada vez más turbia.

 

¿En que se invierten los recursos que reciben los partidos?

Tendría algún sentido si se destinaran a incrementar la cultura ciudadana, cívica o política de la población; pero lo que podemos observar es una saturación de todos los medios de comunicación, incluyendo a las redes sociales, de mensajes insulsos y estériles que ofenden a la inteligencia y dignidad. A ello se añade otra saturación de carteles, bardas y otros mensajes que contaminan el espacio visual e incrementan la cantidad de basura en todo el territorio. Por último, están los recursos que se utilizan para comprar voluntades y los que se destinan al elevado nivel de vida de los políticos.

 

Si tratáramos de hacer un análisis de la rentabilidad social del dinero destinado a los partidos políticos, sería difícil alcanzar un valor por encima de cero.

 

Aunque el concepto de democracia surgió en Grecia hace un par de milenios, tiene poco más de dos siglos de aplicación en occidente, y sistemáticamente se ha ido deteriorando en la mayoría de los países, con la introducción de subterfugios como el que considera que el voto de un premio Nóbel es equivalente al de un delincuente, propiciando la manipulación de las mayorías para elegir al individuo que más observan en los carteles y les ofrece cosas totalmente irracionales, sin el menor interés de cumplirlas.

 

Aunque se han hecho numerosos estudios y diseños, apoyados por la tecnología, para incrementar la eficiencia de los gobiernos, es imposible reducir la corrupción e ineficiencia sin cambiar la estructura de selección de quienes representarán a los ciudadanos y dirigirán cada uno de los gobiernos.

 

No es posible tener leyes eficientes si quienes deben diseñarlas desconocen la constitución y la estructura del sistema legal sobre el que deben legislar.

 

 

Aunque el gobierno se nutre de los recursos que toma de quienes producen, la mayor parte considera que no tendría por qué regirse por reglas similares a las que existen en la iniciativa privada.

 

En algunos países europeos se evalúa la capacidad de los gobiernos locales para asignarles el presupuesto general, o asociado a una actividad, y ello propicia que ejecuten los recursos de modo más eficiente, al igual que el servicio de carrera contribuye a la especialización de los funcionarios públicos y con ello a la eficiencia en la ejecución del presupuesto. No obstante, los funcionarios públicos, independientemente de su capacidad y experiencia, están sujetos a las órdenes de un político que accedió al poder por elección popular.

 

Es imposible que los accionistas de una empresa nombren a un director sin haber comprobado antes sus capacidades técnicas y morales; pero cada vez es más común que la sociedad elija a un sicópata charlatán para entregarle poco más de la tercera parte de los recursos de todos. Esto ocurre principalmente por la ignorancia e indolencia, que facilitan el camino a delincuentes que logran apropiarse del poder aprovechando adecuadamente las debilidades de las mayorías.

 

No obstante, el país cuenta con los recursos para revertir este círculo vicioso y evitar el deterioro del nivel de vida de la población, y somos más los interesados en progresar que los que los que aspiran a vivir como parásitos apropiándose de los logros de quienes crean valor.

 

Entiendo que muchos lo pueden tomar como una utopía, pero es un camino posible a través una progresión institucional mediante la cual, los que producen deben reducir los espacios controlados por los que no producen.

 

¿Qué pasaría sin el presupuesto que se entrega a los partidos políticos se destinara a grupos de expertos en las universidades, que analizaran las características sicológicas y cognitivas de cada candidato y evaluaran la viabilidad y rentabilidad estimada de sus propuestas?

 

De entrada, sería menos probable que individuos con una salud mental y razonamiento deficientes, accedieran a la administración de las políticas públicas, y como ya no se decidiría la elección por el ritmo o brillantez de los mensajes publicitarios, sino por la calidad y rentabilidad esperada de los programas propuestos, los financiamientos a las campañas tendrían que ir a expertos que apoyaran a los candidatos en la preparación de propuestas coherentes y sensatas.

 

Los candidatos estarían obligados a demostrar ante expertos, en lugar de prometer ante individuos desconocedores embelesados por promesas que no entienden, y las universidades se convertirían en el filtro de confianza de la sociedad, que confiaría en cada universidad en la medida en que los argumentos expuestos defiendan objetivamente los intereses de la sociedad.

 

Ningún sistema operado por seres humanos es perfecto; pero si el sistema está diseñado de modo que cuando alguien actúa de forma incorrecta (con independencia de los incentivos que tenga), el sistema lo detecta y expone para ser juzgado, se reducen las probabilidades de que el individuo se desempeñe de un modo inconveniente, y disminuye la necesidad de buscar individuos de honestidad excepcional.

 

Los bancos buscan individuos con capacidades técnicas para desempeñar eficientemente sus funciones y para propiciar la honestidad tienen cámaras y controles. La sociedad no puede operar de otra forma, y toda la historia demuestra que resulta mucho más rentable tener como administradores a individuos capacitados y controlados, que a incapaces supuestamente honestos sin control.

 

 

Sobre Orlando Plá 21 artículos
Empresario y maestro en economía por El Colegio de México. Funcionario en Hacienda, Asesor del Centro Interamericano de Administraciones Tributarias. Profesor de FLACSO, ITESM y otros.

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